Daisy Taylor, again
Feeling so horny right now… In need of sext or someone in Houston to come fuck me!! Hubby will be gone until Friday.
Sabía que no podía dejar que la noche terminara así. Recibí un iMessage de James: “¿Todo bien? Llevas más de 15 minutos allá arriba. Tu público se impacienta.” Ese mensaje me trajo de regreso a la tierra. Por un momento me había quedado ida frente al espejo, pensando en todo y a la vez en nada. Le respondí: “Valdrá la pena la espera. Se buen anfitrión y entretén al público en lo que comienza el show.” James se limitó a responder: “Tus deseos son órdenes.”
Abrí mi cajón con mi lencería, y busqué un conjunto de encaje negro con plateado que tenía mucho tiempo sin usar. Al principio tenía miedo de cómo se me vería, ya que mi cuerpo ha ido cambiando desde el tiempo en el que jugaba a seducir a mi en aquel entonces novio (James). Comencé a vestirme lentamente frente al espejo. El brassiere hacía que mis tetas resaltaran más de lo normal, inclusive me las apretaba y me hacía tener un escote (el cual no tengo). Al ponerme el calzón, comencé a sentirme muy sexy. Este calzón era parecido a una tanga por detrás, por delante era una invitación a la lujuria.
Tomé un par de medias negras con encaje, de esas que se sujetan solas en la entrepierna, y las comencé a deslizar suavemente sobre mis piernas, sintiéndome a mi misma en el proceso. Me veía al espejo y por primera vez yo misma quería cogerme a mi, ahí, en ese momento. Busqué un par de tacones puntiagudos (los que tengo en mi avatar), me los puse, y observé como todo comenzaba a tomar forma. Tomé una bata traslúcida de esas que se ocupan para dormir, la puse sobre mi atuendo, y me pinté los labios con un rojo mucho más fuerte. Me retoqué y acentué más mi maquillaje, y me esponjé un poco el pelo. Tras perfumarme, le mandé un mensaje a James: “Show time.”
Abrí la puerta del cuarto, viéndome en el espejo una última vez, y sabiendo que probablemente mi vida no sería igual después de esta noche. Por mi mente pasaban muchas cosas, pensaba en qué sería de mi matrimonio, en qué pasaría si estos chavos se pasaban de la raya, en cómo sería despertar mañana, y mi cabeza estaba hecha bolas. Por suerte, me había subido mi copa, procedí a volver a tomármela de fondo, a retocar mis labios de nueva cuenta, y a comenzar el camino hacia volverme la más putita. Al menos en mi mente y en la de mi esposo.
Traté de bajar despacio, haciendo que se escuchara cada pisada la aguja de mi tacón. Fui bajando las escaleras, asomándome lentamente. Cuando bajé, mi sorpresa fue que encontré a los tres chavos desnudos, erectos, esperándome. James seguía sentado, y al verme, comenzó a acariciarse sobre su pantalón. Mi mirada fue fija en él. “Les dije que valdría la pena la espera.” Me posé frente a ellos, les di un beso a cada uno, me acerqué a mi marido, me senté sobre él y comencé a besarlo. “Tú vas a inaugurar esto, amor”, le dije. Me levanté y le pedí que me quitara la bata. Me volteó y me la quitó, y me empujó hacia ellos. “Soy todo ojos.” Esa frase fue la que me hizo dar cuenta que todo comenzaba a tener sentido.
Me acerqué a ellos, ya en ropa interior, medias y tacones, y volví a acariciarles el pene a los tres. Mi instinto fue ir con Jaime, era el más guapo, y sin duda el que tenía mejor ‘herramienta’. Me puse frente a él, y me volteé, dejando que me acariciara y me comenzara a tocar el pecho, sintiendo mi lencería y mis pezones duros. Comencé a sentir más manos, y en un momento ya tenía a Fernando y a Manuel besándome el resto del cuerpo. Jaime tomó mi brassiere y lo quitó suavemente, mientras Fernando bajaba mi calzón, sintiendo mis piernas al hacerlo. La piel se me ponía un poco chinita, pues Manuel ya había comenzado a besarme uno de los pezones, mientras Fernando me besaba la entrepierna.
Jaime me tomó por sorpresa y me empujó hacia en frente, poniendo mi trasero a su merced. No lo pensó dos veces, y se puso un condón, y sin consultármelo dejó ir todo su sexo contra el mío. Fue un grito de dolor/placer/calentura el que solté. Sentir una verga tan rica dentro de mi, viendo a mi marido mientras otros dos hombres estaban a mis lados esperando su turno era una escena tremenda. No tardé mucho en comenzar a mamársela a Manuel, mientras Fernando se hincó y me mordía los pezones y jugaba con mi cuerpo. Jaime me cogía duro, rico, y sin piedad. De reojo veía a James ya masturbándose lentamente, con una cara de éxtasis al ver a su esposa volverse una putita.
Debo reconocer que es difícil tener interacción sexual con tres personas al mismo tiempo. Alguna se debe de sentir un poco rezagada. Fue el caso de Fernando, que por ratos no sabía qué hacer mientras sus amigos me cogían la boca y la vagina sin parar. Traté de hacerlos partícipes visualmente, tanto a James como a Fernando, mirándolos y sonriéndoles o haciéndoles gestos de placer, para que no se sintieran desplazados. Aunque James disfrutaba el espectáculo, Fernando estaba ansioso por entrar en mi. Jaime comenzó a darme más duro, y mis piernas comenzaban a temblar. Mis gritos ya eran fuertes, y ya estábamos al borde del orgasmo tanto Jaime como yo. “Te voy a llenar de mi leche, putita.”, dijo Jaime al salirse abruptamente, quitarse el condón, y prácticamente regarme de semen toda la espalda y nalgas. Sentí como si me estuvieran echando agua caliente, era mucho semen. Se me puso la piel chinita y procedí a venirme, así, valiéndome, en el piso, mojando mis medias y tacones, sintiéndome como una puta, llena de semen y utilizada para descargar los placeres de los hombres.
Continuará…
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