vuelve a pintarme el silencio con tu sonrisa (....)
Lun., 07 de dic. de 2020
Tu corazón es libre viajero de mis letras(...) Yo llevo en la tierra de mi alma la impronta de tus cálidos pasos(...) Por ti nacen y por ti confluyen en un intento por ser memoria. (...)
Segundo recuerdo
... rumor de besos y batir de alas... (G. A. Bécquer)
También antes, mucho antes de la rebelión de las sombras, de que al mundo cayeran plumas incendiadas y un pájaro pudiera ser muerto por un lirio. Antes, antes que tú me preguntaras el número y sitio de mi cuerpo. Mucho antes del cuerpo. En la época del alma. Cuando tú abriste en la frente sin corona, del cielo, la primera dinastía del sueño. Cuando tú, al mirarme en la nada, inventaste la primera palabra. Entonces, nuestro encuentro...
Rafael Alberti, Tres recuerdos del cielo
«Dicen que finjo o miento todo lo que escribo. No. Yo simplemente siento con la imaginación. No uso el corazón. Todo lo que sueño o vivo, lo que me falla o termina, es como una terraza sobre otra cosa aún. Esa cosa es la que es bella. Por eso escribo en medio de lo que no está cerca, libre de mi titubeo, serio de lo que no es. ¿Sentir? ¡Sienta quien lee!»
Fernando Pessoa, «Esto»
El amor, si es algo, es dos que se miran.
Alejandra Pizarnik, diarios
(No es convencimiento)
Nunca he sido capaz de hablar como pienso, con nadie. Con la mayoría de la gente sólo se puede hablar de las ideas, no sobre el canal por el que estas ideas pasan, la atmósfera en la que se bañan, la esencia sutil que se escapa cuando uno se viste de ellas. La mayoría de las veces, no me siento con ganas de hablar sobre las ideas de todos modos. Estoy más interesada en las sensaciones
Diarios, Anais Nin (via entreletrasycafeina)
Lun. 18 de jul. de 2022
12:20 a. m.
Ahí donde mis ojos veían revolución, te veían siempre a ti.
Benjamin Prado
A veces, a mi tristeza se le escapa tu risa y no sé qué hacer con tanta vida.
Elvira Sastre. Aquella orilla nuestra
Lun., 19 de jun. de 2023
Suavemente: de manera suave, con dulzura, sin levantar el tono de voz.
Ojalá estuvieses acá, Eloise. Y me hubieses acompañado a todos los lugares donde fui feliz.
Tomaste de la mano a la tristeza y te la llevaste suavemente() de mi lado.
Creo que, al final, lo he entendido. Si mañana pesara más tu recuerdo, estoy segura de que este no sería el primero en escapar por la gran ventana del olvido; sino, que, aunque se estuviera cayendo el mundo, y dijeses que sólo fue un deseo y que no puedes volver a quedarte, aunque la tristeza regresara a mí, ella vendría con una habitada expresión única de felicidad. No sé qué le haces a los corazones tristes, pero el mío volvió de tu lado con una auténtica sonrisa. Creo que, al final, lo he entendido: estar contigo es como estar con dios.
Quiero acompañarte a todas horas, ser un fantasma en tu corazón; respirar y beber de ti como un canto de esperanza, una unión inseparable y no una alternativa posible. Ya fui hija del silencio, del viento, del tiempo y de cosas amargas, lentas y voraces; pero que tú me expliques y que yo no te entienda es suficiente argumento para volver a ti, a este encuentro, donde imagino que no te vas y yo voy detrás de ti, porque ya no hay refugio en la soledad, porque el único tratamiento acaso para alguna (in)compatibilidad sigue siendo este amor violento que siento por ti.
Estoy en la proyección de una película. Y mientras los créditos aparecen, una señora conversa sobre su llegada a Lima en el año ochenta y siete; que toma pastillas para la presión; y que ha visto rayas o pastelillos en algún lugar hermoso del mundo. Una conversación típica de madres. Una reunión de recuerdos evocados, algunos borrosos y otros tan vívidos e irrevocables para el corazón. Voces por todos lados pero ninguna trascendental. Porque, aunque no encuentro la tuya, toma más fuerza que nunca dentro de mí. Vuelvo a ese recuerdo, a ese día, donde frecuentamos a los dioses y ellos nos devolvieron la sonrisa por primera vez. ¿Recuerdas? Yo lo recuerdo, casi como si lo hubiese vivido ayer y mi tristeza ya no quisiese dejar de sonreír(…)