Pensamientos nocturnos y cosas por el estilo. Javier/Bipolar/SaberQueSexual pero sexual/Causipoeta
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Nunca me ha gustado el color rosa, ni las fantasías o los cuentos. Jamás he sido amigo de las hadas o fan de la ignorancia. Por eso no me pidas que ignore verdades, quizá duras, pero necesarias. No me gusta que me mientas y me digas que es porque me quieres. No existen las mentiras por amor. Los engaños y el amor no son compatibles. Me gusta el café amargo, así que no intentes endulzarme la vida. Tengo pasión por las cicatrices, así que no te las maquilles. Me gustan las personas con defectos, así que no pretendas ser perfecto. Me enamore de una persona, no de algo superior, me enamore de ti.
Si vas a quererme, hazlo con todo. No intentes tratarme con suavidad y delicadeza todo el tiempo. quiero que me beses con pasión desbordante, que me tomes con la certeza de que este amor te pertenece y que me acaricies con ternura cuando el tiempo lo amerite. No me marees como una ola lenta y amansada. Arrástrame como un maremoto y déjame sentir toda tu intensidad. No te pido un amor como una tormenta constante, pero tampoco me escondas entre cuatro paredes sin poder ver el sol. No existe la felicidad sin tristeza, ni puedes sentir placer sin conocer el dolor. No puedes quererme sin herirme, ni puedes ocultarme que estas dañado. Yo soy imperfecto, roto y descompuesto, pero tu consigues que funcione la oxidada maquinaria de mi corazón. Tu estas descocido e incompleto, déjame ayudarte a reunir tus piezas.
Quiero la lluvia y días soleados. Quiero días fríos y noches calurosas. Quiero que la dualidad de tu alma se entrelace con la mía y giren, revolviéndonos entre abrazos y miradas. Quiero sentir todo eso que te hace estar vivo, aunque duela, aunque sea duro. No vengo a querer cambiarte, vengo a quererte con todo lo tu estés dispuesto a darme. No quiero una relación que me reste, me trunque, me divida y me detenga. Quiero una historia que me sume, me empuje, me aumente y me haga mejorar. Quiero verte triunfar sobre tus demonios, pero no puedo hacerlo si no los conozco primero. No temas ser tú mismo que es a quien pretendo conocer. No me escondas tu dolor, porque lo único que quiero es sanarlo. Entenderé aquellas batallas que debas librar solo, pero no me ciegues ni me mantengas a distancia.
Dame tu mano cuando no sepas a donde ir, yo te soltare cuando estés listo para andar solo. Ayúdame a levantarme cuando caiga, déjame que te limpie las heridas que aun supuran. No busco truncar tu libertad, al contrario, deseo disfrutarla junto a la mía. Verte crecer por tu cuenta, saber que he estado allí para presenciarlo. No intento acorralarte y dominarte, deja de impedirme que te toque, que te cuide, que te proteja. Si no encuentras respuesta a tus dudas, yo te acompañare a buscarlas hasta donde debamos llegar. Si no puedes terminar de atravesar las pruebas que te ponga la vida, yo te sostendré para que no caigas, para que sepas que no estás solo, que jamás lo estarás.
Solo te pido que no me mientas por amor, porque no existe tal cosa. Mentimos por miedo, es la única verdad. Miedo a no poder controlar la situación, miedo a lastimar a los demás, miedo a que nos lastimen a nosotros. No me temas, no temas lastimarme. Probablemente me hieras más de una vez a lo largo de nuestras vidas mientras sigamos juntos, seguramente yo lo hare contigo. Pero serán esas heridas las que nos hagan más fuertes, las que yo mismo te curare y dejare que tu sanes en mí. Quiere como el mar a la tierra. Variando entre intensos maremotos y oleadas suaves en la playa. Solo déjame ser como soy y amarte, déjate ser como eres y llora sobre mí.
Atte. Apolo.
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Cuando uno es niño, o al menos a la gran mayoría de niños, le meten en la cabeza el cuento de un gordo barbudo vestido de rojo que baja por chimeneas repartiendo regalos y explota duendes y renos. Uno se lo traga y vive feliz esperando diciembre. A otros es sobre un ratón, que a veces es un hada, que se mete bajo tu almohada para buscar dientes llenos de caries, como si a alguien le fueran a servir de algo, y para colmo te deja dinero. ¿Qué ratón más pendejo no? ¿O era un hada? Ya no lo recuerdo. Y así, cada niño tiene una enorme mentira, o varias, metidas en la cabeza, que tarde o temprano termina desvaneciéndose como una nube. La vez alejarse lentamente, moviéndose con el viento. Un movimiento tan perezoso que sientes que jamás se ira pero aun así la ves muy lejana y no puedes alcanzarla. Algo así es cuando estos llamados cuentos infantiles, que a mí me parecen una cruel manera de los padres de enseñarle a sus hijos a no confiar en nadie, se esfuman. Se queman y luego no queda más que negra y sucia ceniza. Supongo que algo así paso conmigo. Mis padres jamás me mintieron con Santa Claus o un Reno con un foco rojo en vez de nariz. Supongo que sabían que yo era demasiado inteligente para tragarme un absurdo cuento de tal magnitud. Aun así todos necesitamos creer en algo y yo termine creyéndome una gran mentira. Una enorme mentira que conseguí esconder en algún sitio, para que el tiempo no la oxidara. Yo me creí la enorme mentira del amor perfecto, del dulce enamoramiento. Me creí la enorme farsa de que un día terminaría conociendo una bella señorita. Nos veríamos, sonreiríamos y tímidamente nos tomaríamos de la mano. Nos conoceríamos y pasaríamos todo el tiempo juntos. Sabríamos cada maña, cada gusto del otro. Nos veríamos a los ojos y nos diríamos todo con solo intercambiar miradas. Yo sería ella y ella sería yo. Claro que no todo sería alegría. Habrían celos, habrían llantos, habrían errores, habrían cosas que no entenderíamos del otro, pero eso lo fui aprendiendo con el tiempo. Aun así, el sentimiento sería tan grande, el vínculo tan perfecto, que nada podría quebrantar la esencia de lo que es.
Al pasar el tiempo, con un poco más de discernimiento y análisis de mis tendencias y mis gustos, descubrí que, para comenzar, no tenía interés solo por ellas, si no que por ellos también. Lo cual hizo que mi enorme mentira comenzara a tambalearse. A pesar de eso, al terminar mi conflicto interno, la solución para mantener mi mentira fue bastante sencilla. Solo tuve que cambiar un par de letras a por letras o y la mentira funcionaba igual de bien. Luego comenzaron las preguntas. Quien sería la persona indicada, donde nos conoceríamos, como sabría que es el… o ella.
Primero comencé a experimentar con ellas. Claro, era más fácil. Me ahorraba el conflicto social y moral que aún no estaba dispuesto a enfrentar. El primer intento fue resultado de una oportunidad con pocos riesgos. Me lance y probé poco. Con cuidado, precavido y jamás encontré el gusto a su sabor. Me confundía un poco, porque me sentía bien en su presencia. Reíamos de lo mismo. Disfrutábamos de lo mismo. Sin ser completamente iguales. Pero no encontré por ningún lado ese vínculo de complementación perfecta que estaba buscando. Entonces aprendí, que el que una persona te agrade, por mucho que te agrade, no es regla de que puedas llegar a amarle. Al menos no de la manera en que yo estaba buscando. Cuando finalmente tuve el valor de dejarla, sin entrar mucho en los detalles de mi partida, continúe mi trayecto sin meterme en líos durante un buen tiempo.
La siguiente vez que puse a prueba mi mentira, fue con el primero de ellos. Ese en particular, me enseño algo muy importante. Me enseño que las palabras son solo eso, palabras. Por lindas que sean, jamás serán más que sonidos con significado, o signos en caso de que sea escrito. De él aprendí, que si algo de lo que nos enseña la televisión es cierto. Es que en el mundo hay personas que en verdad, no tienen interés alguno en los sentimientos. Su interés no es precisamente conocer tus miedos y tus sueños para compartirlos. Si les interesan tus gustos, pero solo aquellos que te ponen a temblar sobre un colchón, uno barato si aparte de mañoso es pobre. El me enseño por las malas, que aunque algunos queramos algo basado más en cariño y en aprecio, admiración y respeto y todas esas cosas bonitas que nos venden, otros no quieren más que la palabra con s que no pienso decir. Me hubiera dolido más, de no ser porque conseguí convencerme de que yo había disfrutado tanto del sexo… ups, lo dije… como él. El tercer intento, ojala hubiera sido el último, pero solo fue el comienzo. Este fue un poco complicado, porque la persona a la que yo le di todo lo lindo que quería dar, no era la persona a quien quería dárselo. Ella solo estaba remplazando a otra de ellas. De ella aprendí que yo también podía lastimar a otros. Pasado un tiempo, no me enorgullece decir que fue poco, tuve el cuarto intento con la tercera de ellas. Está en particular fue breve. Ella era una niña y yo ya no era tan inmaduro. Ella no fue que no me agradara, si me agradara. Tampoco fue que no gustara, por ponerle un término al sentimiento, si me gustaba. Si me interesaba y yo también a ella. Dudo mucho que ella quisiera solo sexo, al menos sé que yo no lo quería. Pero aun así, no quería estar con ella, porque sabía que mi sentimiento por ella quizá nunca llegara más, porque en ese momento yo me sentía muy inseguro. Mi vida era muy inestable y yo no podía darle a ella lo que ella quería. Tengo el orgullo de decir que a ella la deje, no porque no pudiera o quisiera estar con ella, sino porque tuve la madurez de ver que no nos convenía. Ese día aprendí que el querer estar con alguien no es motivo suficiente para estar con esa persona.
Después de ella llego quien fue la primera. La primera con quien encontré lo que tanto había buscado sin estarlo buscando, solo para darme cuenta que no era lo que pensaba. Cuando ella apareció, yo ya no estaba buscando nada. Comenzaba a pensar que nunca lo hallaría. Para terminar de hacerlo complicado, yo al conocerla jamás pensé en ella de esa manera, ni quería hacerlo. Ella tenía tantas cosas que no me gustaban. Me irritaban. Me confundían. Pero creo que eso fue lo que más me gusto. La confusión. Solo necesito una charla para interesarme, una semana para acostumbrarme y un mes para enamorarme. Cuando finalmente comenzamos a estar juntos, a la muy cabrona, con todo el amor del mundo se lo digo, no le tomo más que unas semanas para convencerme que ese sueño que yo tenía, esa mentira que me decía, si existía. Llegue a amarla. A ella y cada uno de sus pétalos, cada una de sus espinas. Llegue a amarla tanto que evitaba a toda costa perturbarla. La ame a tal punto que la deje hacer conmigo lo que ella quisiera mientras lo hiciera conmigo. La hice parte de mi vida a tal punto, que mis planes eran tomándola en cuenta a ella. Ya no visualizaba mi enorme comedor con un plato en el desayuno sino dos. Ya no veía seis autos en mi cochera para mi uso, sino miraba el mío, el de ella y el resto los compartiríamos. Deje de ser yo, para convertirme en nosotros A ella y cada uno de sus pétalos, cada una de sus espinas. Llegue a amarla tanto que evitaba a toda costa perturbarla. La ame a tal punto que la deje hacer conmigo lo que ella quisiera mientras lo hiciera conmigo.
La hice parte de mi vida a tal punto, que mis planes eran tomándola en cuenta a ella. Ya no visualizaba mi enorme comedor con un plato en el desayuno sino dos. Ya no veía seis autos en mi cochera para mi uso, sino miraba el mío, el de ella y el resto los compartiríamos. Deje de ser yo, para convertirme en nosotros y me dolió. Vaya que me dolió. Cuando ella decidió ya no estar conmigo, porque no se sentía bien con sigo misma, ni conmigo, ni con nada, y me arranco de las manos mi amado sueño, me quede sin nada. De ella aprendí que cuando uno ama, cuando uno de verdad ama, uno si nota los defectos de la persona, pero tiene la capacidad de ver por encima de ellos. Cuando uno ama, uno encuentra una manera de hacer que los errores de la otra persona no sean más que un molesto mosquito que aplastamos contra la pared y dejamos de escuchar por un tiempo. De ella aprendí lo que era la felicidad y de la ausencia de ella, lo que era el dolor. Por ella llore y por ella me perdí. Por ella es que creo, ya no he podido volver a intentarlo con otra de ellas. Porque ninguna de ellas tendrá todo lo que ella tenía. Toda la ternura envuelta en un caos, en una armonía tan perfecta que parece mentira. El amor de mi vida ya lo tuve y fue ella. No dudo ni titubeo al decirlo, pero eso no significa que ella haya sido el final. Solo fue la que más impacto ha tenido en mi esencia, al menos hasta este momento.
Después de ella, escape al dolor con el segundo de ellos. De él, no me atrevería a decir que me enamore, pero definitivamente me encapriche. El caballero tenía una capacidad como ninguna de ilusionarme. De hacerme que me creyera sus mentiras, aunque sabía que eran mentiras. Por eso, cuando me engaño, no me dolió el engaño, pues yo sabía lo que él era. Podía haberlo perdonado, sobrepasar mi dolor y seguir adelante. Lo que me mato de él fue el desinterés. La facilidad con que hizo lo nuestro tan pequeño en insignificante que hasta pedir perdón era mucho esfuerzo. De él aprendí a no ilusionarme. De él aprendí que cualquiera puede venir y pintarte un futuro perfecto, pero pocos, si es que alguno, tendrá la dedicación de hacerlo realidad.
Después llego uno que me hizo dar vueltas y vueltas a mi universo. Uno con quien pensé, llegaríamos a tener algo hermoso. Alguien cuya vida pensé yo podía llegar y arreglar. Alguien a quien quería salvar de sí mismo. Por el destruí vínculos con personas que me importaban, por el perdí noches de sueño, tardes de estudio, sonrisas al medio día y sueños a media noche. Por el hice tantas cosas de las que no me arrepiento. De él también aprendí mucho. De él aprendí que yo realmente no me quiero. De él aprendí que hay personas que no quieren ser salvadas. De él aprendí que hay personas que disfrutan estando en un pozo sin salida. Una salida que ellos mismos cerraron. De él aprendí que hay personas que lo único que quieren es que las escuchen llorar. No que le sequen las lágrimas. Solo quieren la atención que eso les trae. De él aprendí que hay personas que no te quieren a ti, si no a lo que les das. De él aprendí que me gusta más dar que recibir… piénselo de todas las maneras que quieran, incluso las morbosas, que también son válidas aquí. Lo que más me dolió de él no fue la relación. Lo que más me dolió de él fue como me culpo de todo al final, y sigue haciéndolo. Aunque tiene razón en que es mi culpa. Es mi culpa por siempre tomar la culpa. Lo mal acostumbre y consentí cada uno de sus caprichos infantiles. Me deje engañar por su fragilidad y me olvide de que todos tienen la capacidad de causar daño, sin importar cuan dañados estén.
Luego vino el más extraño de todos. De él, bueno, él fue más como un repaso. De él recordé que como se siente el estúpido deseo de querer sacar un clavo con otro clavo. Al final solo dejaras un agujero más grande. También me recordó como no todas las personas quieren lo mismo que tu pero para algunas es muy fácil fingir que lo quieren. Aunque creo que él no sabe lo que quiere. De él aprendí que si he aprendido de tantas personas, es porque valgo la pena. Si no he sido suficiente como para quererme, al menos lo he sido para darme una buena colección de duras lecciones. Después del vino un intento más por tener algo con una de ellas. Si volvemos un poco al pasado, recordaras que hubo una de ellas que solo fue un intento por olvidar a otra. Pues ella, no la que use si no la otra, fue con quien lo intente de nuevo. De ella, aprendí que las oportunidades son una vez en la vida. Que el que alguien te quiere y tú le quieras tampoco es motivo suficiente para estar juntos. De ella aprendí que la vida y el amor no esperan. Que se apaga, lentamente. Quizá ella y yo no éramos el uno para el otro, quizá sí y lo perdimos para siempre. No lo sé. Así, he venido aprendiendo por las malas lecciones que he escuchado por las buenas. Poco a poco he ido descubriendo y desmintiendo ese gran engaño que creía desde niño. Al final he terminado aquí. Donde me encuentras. Conociendo a muchas personas sin querer interesarme por ninguna. Pero topándome con muchas que valen la pena. Lo sé y saberlo me aterra. Acá me han traído tantas lecciones. Al conflictivo momento de querer algo hermoso pero no estar dispuesto a correr el riesgo de conseguirlo, por miedo. A esto he llegado con tanto conocimiento, al no saber que quiero.
Atte. Apolo.
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Los días pasan como la cuerda de una guitarra. Lineal, delgada, frágil. Pero no quieta, sino vibrante. Moviéndose con el ritmo de los dedos del creador, o del destino, o en mi caso del amor. Desde un bolero de enamorado, locura ciega y valentía. Hasta la más triste composición de blues, melancolía oscura y desesperanza. Los días pasan como la cuerda de una guitarra y a veces la cuerda sencillamente se rompe. Yo estoy hipnotizado bajo esta melodía, danzando. Incauto, inexperto, pero sin miedo. Con los ojos vendados y las manos atadas. A gatas sobre las brasas o arrastrándome en la nieve. Mas no me importa por cuantos oscuros acantilados deba desfilar. Cuantas bestias de tres cabezas halla al frente. No me importa. Yo seguiré danzando. Pues el gozo de tu presencia, todo lo vale. El éxtasis de tus besos, todo lo sanan. Por esa razón no me importa cuántas marcas pueden haber dejado en ti las contiendas sobre un tablero de ajedrez maldito. O las ilusiones de un nómada de tres letras. Así muera ahogado en la neblina de tu pasado. Así muera ardiendo en el fuego de tu rencor. Moriré feliz de haberte amado…
Atte. Apolo.
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Avazan, paso a paso, caminan, poco a poco. Las manecillas del reloj de tu alma se mueven. Su dulce sonido me brinda nostálgicos pensamientos. Eres tú, mi niña con sonrisa del gato de la entropía. Eres tú, mi corazón dorado incorruptible. Como te mantienes tan pura, entre tanta malicia. Te admiro, realmente te admiro. Mantienes tanta fortaleza y aunque por dentro estas tan quebrada. Mantienes tanta luz escondida entre tantas sombras. Ves al mundo con unos ojos que ya pocos tienen. Ves en una piedra la belleza que uno busca toda la vida en un espejo. Tan especial y tan única. Excéntricamente dulce. Jamás llegaras a comprender lo que me importas, lo que vales para mí. Eres un escalón al que aferrarme cuando caigo al vacio. Un débil candil que se agota con el tiempo que pasa encendido en el túnel de mi vida. Y yo tan tonto, tan idiota, lo olvido. Eres tú, tú que a pesar de que jamás ha charlado con los demonios de mi vida, los ha visto a los ojos. Los ha oído reír y ha observado el negro de sus ojos, pero jamás se aparto de mi lado. Tu, princesa que espera, en su castillo de cristal, tan herida y tan fuerte. Tan pura y tan inteligente. Tu mi consejera en la poesía de las palabras, que le agregas a mi vida el sentimentalismo que he perdido. Tú que me sonríes y me haces querer llorar, pero me lo trago y te sonrió devuelta. No sé cómo llegar a hacerte entender lo que me importas, pero lo intentare expresar en los frascos que son las palabras escritas. Tu mi aliada, tu mi pozo de los secretos, tu mi amiga. Solo te quiero decir cuánto te quiero y cuanto me importas, cuanto temo perderte y cuanto me preocupa que no lo sepas. Solo quiero recordaros que acá tienes un amigo, un hombro y un oído. Siempre listos, siempre juntos, siempre el uno para el otro. Y así avanzan las manecillas del reloj de nuestra amistad.
Atte. Apolo
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Acompañado de la nada, viaja. Charlando con el silencio, se mantiene. Vagando con un rumbo invisible, se guía. Buscando la sombra de día, huyendo del fuego del cielo, porque la luz hace de su rostro una vergüenza. Buscando el fuego de noche, huyendo del frio de las sombras, porque la vida en la solitaria oscuridad le congela el corazón. Así es la vida de un moro. Un vago del desierto. Solitario nómada. Inadaptado por decisión propia. Juzgado por no seguir los rumbos ya trazados. Perseguido por buscar respuestas en otro lado. Rondando el desierto en silencio, viviendo en una fantasía mental, ausente de la realidad. Una mente libre en un cuerpo que roza lo inanimado. Tanto tiempo dentro de su mente confunde los sentidos, la fantasía pasa a ser parte de su realidad o quizá su realidad pasa a fundirse en su fantasía, puede ser que sencillamente sean lo mismo. ¿Quién es capaz de probar que el reino de nuestra mente no es real?
El imponente sol, rey dorado de nuestro mundo, erigido por nuestros abuelos, con sus poderosos e implacables rayos, destroza lentamente nuestra piel, deforma nuestro rostro. Ya han pasado tantos años desde que se estableció sobre nuestras cabezas y lo que se llama progreso, ha sido bajo su luz, ni más lejos, ni más alto. Obliga este regente a cubrir las caras de los moros con mantos y ropajes. Son sus ojos lo único descubierto del interior. La única ventana de su verdadera identidad. El único rasgo real de la piel. Caminado a un ritmo propio y único. Una danza inimitable, siguiendo la música que resuena en el interior de sus oídos; provenientes del pesebre de la razón, inaudible para el resto. Siguiendo un rumbo errante y sin sentido, excepto a sus ojos atentos. Corrigiéndolo cuando lo necesitamos, guiándonos por nuestra estrella, aquella luz que anhelamos. Visible solo en las sombras, cuando la cegadora luz del sol se ha desvanecido. De noche buscamos cobijo de las sombras que de día tanto anhelamos. Estas sombras ahora nos absorben y nos congelan. Nos paralizan. A pesar de ser nuestro santo refugio, andar muy profundo dentro de ellas puede ser la perdición. Bestias nocturnas rondan en busca de nuestra sangre. ¿Cuándo llega realmente el descanso del moro?
El alimento y la bebida, escasos alientos de vida. Alimento que nos nutre, nos llena, nos hace sentir tan revitalizados. Nos ayuda a mantener la fuerza. Lo buscamos en todos lados. Enterrado bajo nuestros pies y volando sobre nuestras cabezas. El alimento toma muchas formas y muchos nombres. A pesar de su escases y que agradecemos al encontrarlo, no todos nos satisfacen de la misma forma. Aquellos que son falsa carne a nuestro paladar, tan secos como el desierto mismo, a veces venenosos, saben a arena en nuestras bocas. Aun así, seguimos probando lo que podemos, lo que encontramos, pues sabemos que entre las dunas hallaremos el verdadero alimento. A veces agrio, a veces dulce, pero siempre vigorizante. Queremos saciar nuestra necesidad de sentirnos llenos. El agua, aún más escasa. Refresca nuestras gargantas y nuestra mente. Nos ayuda a recordar porque vamos a dónde vamos. Ilusiva y evasiva. Más escasa que el alimento. Mas imprescindible también. Los momentos en su presencia son añorados y recordados. ¿Por qué elegimos un rumbo tan duro?
La arena es la única habitante constante, pasamos sobre ella, con un paso pesado, obligados a recorrer sus engañosas formas. Nos enfrentamos a su cólera cuando revuela en forma de tormenta contra nosotros y no podemos hacer otra cosa que andar en su contra, esforzándonos por avanzar, intentado no morir enterrados. Miles de partículas, sin voluntad propia, a la merced de las decisiones de sus monarcas. El viento y el sol trazan su destino. Así es la vida de un moro. Solitaria, destinados a la compañía de nuestros pensamientos. Buscamos desesperadamente un encuentro con otro. Otro moro que vague en el desierto y por los extraños cambios en el viento se cruce en nuestro horizonte. Nuestras miradas se conecten y sepamos que hemos encontrado a un semejante. Otro solitario en busca de respuestas. Encuentros raros, bizarros, escasos y cortos suelen ser. Superados infinitamente por las dunas. ¿Será que somos un pueblo muy escaso o que el desierto es demasiado vasto?
Pocos se atreven a buscar respuestas. Muchos se acomodan a lo que el poder establece. Silencioso es el desierto. Muerta la humanidad.
Atte. Apolo.
Siento como me devoran largas noches de velar ideas inconclusas, mientras escucho el crujir de mis nudillos sincronizarse con el de las ramas azotadas por el viento. Dejare que sea el frio abrigo de la incertidumbre el que me acoja y veré un amanecer gris dibujarse con lápiz sobre el lienzo de Dios. Quizá una gota de nostalgia escape de mis acorazados ojos negros o un diluvio fluya desde la caverna de mis palabras. Esperare pacientemente en un letargo añorante la llegada del futuro. Dibujare con mis falanges círculos concéntricos y veré aproximarse la próxima estación de mi vida. No busco otra gloria que la de vivir a mi manera, ni codicio otra riqueza que la de ser libre. No añoro otra aventura que no sea la que me espera, ni pretendo interpretar otro personaje, más que el de mi carne. Abrazare a la tristeza mi lúgubre amiga y me despediré de ella por un tiempo. Cantare a mi amada luna y sus destellos perdidos, y ella se alejara al compás de la sinfonía del tiempo. Soñare que estoy perdido en un abismo y quizá allí pueda encontrarme, conversando con el polvo. Me hundiré en un mar de interrogantes, sin ahogarme en la desesperación de la duda. Tomare tu mano como un niño, inseguro y torpe. Primero me aferrare a tu meñique y dejare que tires suavemente de mis pasos. Luego entrelazare nuestros dedos y te llevare la colina en que algún día, deje escapar un suspiro eterno. Te pediré que me mientas y me digas, que todo estará bien. Te sonreiré y te creeré, que no vas a lastimarme. Aunque quiera reparar todos los corazones que he roto, no puedo reparar aquello que me mata. Negociare la paz con mis fantasmas y les construiré tumbas para que puedan descansar. Fundiré las cadenas que me atan, con las llamas que prenderé de mi culpa acumulada a lo largo de estos años. Me dejare fluir con la corriente de los eventos que llaman y veré el reflejo de mi esperanza en tus ojos. Dejare de tener miedo para darte a ti el valor de partir conmigo. Trazare un nuevo pacto conmigo y buscare la fotografía de mi felicidad, para reproducirla. Me atreveré a deslizar una vez más por la ladera y profundizar el bosque de crecientes posibilidades y plantare en el los planos de mis sueños. Dejare de existir como un niño asustado, para vivir como un joven, aunque me sienta tan viejo. Seré un insensato y arriesgare mi vida, con tal de sentirla llenando mi pecho. Sobreviviré a esta noche con los mil temores que me atormentan y a la mañana gris que precede a la tormenta. Y cuando caigan las primeras lágrimas de lluvia, las beberé para comenzar este viaje. Pues esta es la última noche, de los años largos…
Atte. Apolo
Había sucumbido a un sombrío letargo, de profunda melancolía. La terrible decepción de quien entrega un corazón puro y entero, para recibir devuelta un saco lleno de fragmentos y polvo. Había perdido mi voz gritándole a oídos sordo lo que era el amor y la alegría. mis ojos ardían sin poder llorar una lagrima más. Mis sentimientos me pedían con alaridos que acabara con su sufrimiento y mi mente me juzgaba por cometer tantos errores, de los que ella siempre me advirtió. Le dije al amor que se marchara y jamás regresara, este me vio con una risa burlona y se dio la vuelta. Hable con la luna y le jure que no volvería a tener otra amada más que ella. Hice mi vida, un planificado esquema para mí, solo para mí y mis sueños. Y entonces puse a mis emociones a dormir. En una tumba de piedra, bajo un monumento de mármol. Espere al frio, para que las puertas se sellaran y no volvieran a ver la luz.
Vi mi obra concluida, sentado en un barandal, mientras un cigarro se consumía con el tiempo y mus pulsaciones… y entonces lo escuche. Una voz entre la niebla. Y la vi, una mirada perdida. Me perdí en esos ojos de alegría e intente descifrar ese canto que oía. La curiosidad me derroto e intente acercarme a ti. Quería verte, sentir tu esencia y luego marcharme… pro me viste, me hablaste y yo no pude evitar escucharte. Sonreíste y me cautivaste. Cada hebra y cada hilo que sostiene los restos de mi corazón vibraron, con la melodía de tu sonata. No pude detenerlo. Los despertaste. Mis sentimientos crecieron hasta que sus tumbas colapsaron. Se desbordaron por las puertas y me hallaron. Ya no hubo frio, sino un calor, que me llenaba el pecho. Temblé de pánico, pues ya conocía esta sensación y sabía que lo que le seguía era dolor. Quise correr y esconderme, pero no pude ocultarme de tu belleza. No pude hacerlo. Quede atrapado entre la melodía de tus pupilas. Me enamore, tan sencillo como eso. En lo que pareció como un segundo, te quise como si te hubiera extrañado toda una vida. Entonces todo el dolor que había tenido parecía tener sentido. Como si cada tropiezo en el camino me hubiera pulido, entrenado, preparado para encontrarme contigo.
Quiero sentir el terso toque de tus dedos sobre mi piel. El suave roce de tus labios sobre los míos. La dulzura de tu voz en mi oído. La fuerza de tu mirada sobre la mía. Quiero que derritas el frio de mi corazón con el calor del tuyo. Que mis latidos bailen al ritmo de tu sonata. Quiero aprender a bailar al compás de tu vida. Solo sé que quiero que me quieras como yo quiero estar contigo. Sanaras las heridas de mi corazón o marcaras cicatrices sobre mi piel. Terminaras de asesinar a estos moribundos sentimientos o encontraras la manera de devolverles la vitalidad que han perdido. Serás tú mi último intento de alcanzar el amor. Serás quien definirá la dirección de mi alma. Ya sea la eterna resignación a una vida de soledad o la compañía de tu alma por el resto de sus días.
Atte. Apolo
Mientras avanza, lenta, grácil. Con la elegancia de las rosas al florecer. Mientras camina, segura, distraída. Con la perfección de las gotas al llover. Mientras pasa, con los dorados mechones de su cabello, que conforman un manto suave cual seda y sus manos pérdidas en sus gestos misteriosos. Su conducta es tan curiosa, como tersa su piel. Con sus ojos profundos fijados en un horizonte desconocido y sus pequeños pies trazando una danza que no está escrita. Es entonces, cuando la veo. El mundo a su alrededor parece respirar, al ritmo al que palpita su corazón. Todo el mundo respira al unísono con ella cuando pasa, excepto yo. Yo que contengo un suspiro, un suspiro cargado de la excitación del instante. Cargado del anhelo de un contacto inexistente, de un roce de nuestros labios o de un encuentro de nuestros dedos. El viento revoloteando alrededor de su cuerpo, mientras el aire se aglutina en mi garganta. Mientras el corazón del mundo se detiene, para contemplarla, el mío se acelera, queriendo escapar o alcanzarla. Una lágrima invisible se escapa de mi alma de porcelana. Un susurro inaudible escapa de mi voz de vagabundo. Los rayos del sol la tocan, de la forma en que yo no me atrevo a tocarla. La envuelven en un velo dorado. Y ella pasa, a mi lado, inconsciente de que el mundo se ha quedado en silencio, sin darse cuenta que mi cuerpo ha gritado su nombre. Ella pasa y se aleja, y yo dejo que el suspiro escape de entre mis labios. Y al verla alejarse se, con certeza, que la amare por siempre, porque el amor es eterno y la eternidad dura un suspiro.
Atte. Apolo.
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Me encontré, varado, de pie, en una estación sin tren. En mi mano un boleto para una ciudad que no existe. A mi lado una maleta, llena de esperanzas muertas, que he acumulado a lo largo de estos años. Escucho el murmullo de una banda sin ritmo, al que baila un conjunto descoordinado. Observo sus tambaleantes pasos al compás de instrumentos discordantes, mientras la desafinada voz del cantante recita letras deprimentes. Y allí estoy yo, con un gato que ya no maúlla entre los pies, preguntando si tomar la ruta de ida o de regreso. De regreso a un hogar que ya no está allí o de ida a la incertidumbre del camino. Si me quedo, me cubriré de polvo y mi corazón de telarañas. Si me voy, es incierto si llegare. Cuando lo único que puedes perder es el miedo, lo único a lo que te arriesgas es a no ganar nada. ¿Cómo decides entre la seguridad de no tener nada y la incertidumbre de poder tenerlo todo? Me siento embriagado, más que los hombres de la caótica coreografía, embriagado de ilusiones que me dejan un mal sabor de boca. Mis ojos lloran, por las cenizas de flotan en el aire, de mis tantos planes que ardieron en la más cruel de las realidades. Mis manos tiemblan, por el frio viento que se lleva mis suspiros, todas aquellas palabras que no tuve la fuerza de decir. Pero no quiero y rehusó a seguir estancado en esta estación. Observando esta ridícula actuación de monotonía. Estos intentos fallidos de salir de una rutina. De escapar del vacío pozo de la vida que hemos excavado con las uñas. Me rehusó a seguir comiéndome las ganas de vivir. A lamentarme por los errores que no me atreví a cometer. Construiré con mis manos los rieles y aprenderé a montar bicicleta para recorrerlos. Llegare a un desierto en la frontera y fundare desde los cimientos la ciudad en que hare realidad mis sueño plantare las esperanzas que cargo en la maleta y las regare con mis lágrimas de dolor, hasta que sean satisfacción. Y las veré crecer, altas como un pino y fuertes como un roble, verdes como un bosque y tan amplias que darán espacio a mi imaginación. Y soñare, formando nubes con mi aliento y reiré, oyendo la música de mi alegría. Viviré, así me arriesgue a perderlo todo y buscare, amar y ser amado. Y el gato volverá a maullar, y el tren volverá a transitar. Veré a los hombres estar sobrios y a los músicos afinar sus instrumentos. Veré a mi amor sonreírle al firmamento y tomare su mano, disfrutando del camino aunque este perdido.
Atte. Apolo
¿Alguna vez has visto al cielo, al errático movimiento de las nubes, lento y agraciado, intentando interpretar sus intenciones y llegando a la única conclusión, de que jamás podrás entenderlas? Así me siento cuando estoy contigo. Como si pudiera pasar durante horas, volviendo día tras día, por muchas semanas, a lo largo de muchos meses, con el pasar de muchos años y jamás podría entenderte. Esa extraña sensación que me recorre, cuando pienso en la enorme libertad que tienes. Porque lo eres, al menos conmigo, eres libre de ser lo que quieras y hacer lo que quieras, mientras sea lo que tú quieres. En verdad eres libre y esa libertad me resulta abrumadora. No es que te tema, le temo a lo que puedo llegar a sentir, pero he llegado a hacerme amigo del miedo. Cuando me siento en su compañía, frente a un café y el humo de mi cigarro, lo veo a los ojos y juego a las apuestas con él, para ver quien tendrá la razón al final del trayecto. Te podría decir, que no me preocupa que te marches. Que he visto tantas veces partir a las personas, que he tenido que decir adiós tantas veces y muchas otras me he quedado con las ganas de decirlo, que incontables veces he vuelto la mirada para descubrir que quien estaba se ha desvanecido. Te podría decir que estoy tranquilo disfrutando del tiempo que nos toque convivir, que he madurado y que sé que las personas tienen un tiempo de bendición en nuestras vidas, que cuando ese tiempo se acaba deben marcharse, pero todo eso sería una gran mentira. Hay un nudo en mi garganta cuando piense en el día en que ya no estarás al otro lado del cristal. Cuando pienso en el día en que ya no sentiré tu lejana presencia. Por eso evito el pensamiento, para no preocuparme por el final y solo disfrutar del viaje. Porque por extraño que parezca, aun cuando estamos en silencio, apartados el uno del otro, sé que estas allí y eso, de alguna forma, me reconforta. Quisiera que me vieras llorar para que sepas que soy tan humano como tú. Quisiera ver tus lágrimas para saber que no me equivoco. Quiero que tomes un martillo o un mazo, si prefieres usar tus manos no importa, y derribes cada una de las murallas que he levantado alrededor de mi alma, con las que he construido un laberinto, del cual todos pueden salir, pero pocas personas han conseguido entrar sin perderse entre los jeroglíficos que dibuje en las paredes. Quiero que tomes cada uno de mis miedos y los tritures con tus largos dedos. Quiero que tomes mis esperanzas e ilusiones y las tritures con la fuerza de tus propias pasiones. Quiero ver como pasas sobre mis sueños con paso de conquista y lo aplastas. Quiero ver como destruyes mi intangible corazón. Ese corazón que no es más que un espectro; un niño fúnebre sentado sobre su propia tumba, cavada con los huesos de amores perdidos. Quiero que tomes mi mano y desmorones mis defensas. Que desquebrajes cada una de mis convicciones. Que me demuestres que me equivoco y el mundo no está plagado de egoísmo y rencor. Táchame de loco si eso le da sentido a mis palabras o llámame un niño si eso te sirve para tomar una decisión sobre mí. Parecerá contradictorio la manera en la que te ruego que termines de lacerarme o me sanes de mis heridas, pero es que no me importa lo que hagas, solo quiero que lo hagas. La verdad es que no sé quién eres y aun así siento que te conozco. La realidad es que no sabes todo lo que escondo, porque has visto esbozos de mis rostros. De los seis rostros taciturnos que se sientan alrededor de una mesa hexagonal, intentando decidir si avanzar o girarse y volver atrás. Si te pido mucho, no hagas nada. Si sientes que no vale la pena, solo vuelve sobre tus pasos. Pero hagas lo que hagas la decisión ya está tomada. Serás tú, quien romperá lo que hay en mí. Ya sean mis miedos y decepciones o lo que queda de lo que alguna vez fueron sentimientos y emociones tan hermosas. Solo quiero que lo hagas. Que me tomes y me veas a los ojos. Que sonrías y estés convencido que no quiero hacerte daño. Que me rompas y me marques con tus dedos. Que me cambies para siempre y yo te haga sentir vivo.
Atte. Apolo.
No escogimos conocernos, pero aquí estamos. No elegimos encontrarnos, pero sucedió. Tu mirada consumió las sombras de mis ojos. Tus dedos se entrelazaron con los míos y tu sonrisa hizo vibrar la misma esencia de lo que soy. Y acá estamos, temerosos, cansados, preocupados. Tan heridos y tan dolidos por nuestro pasado, que aún nos persigue en forma de espectros. Tan agotados y tan frustrados por el presente, que se empeña insistentemente en derribarnos, cual demonios. Tan agobiados y tan ansiosos por el futuro, que no es mas que sombras a lo largo de nuestro trayecto. Quisiera, al igual que tú, detener el tiempo, quizá retrocederlo un poco, pero contigo a mi lado. Correr por el prado solo porque es primavera. Bailar bajo la lluvia buscando el abrigo de tus brazos. Vivir la vida con la intensidad de las sensaciones que puedes provocar en mí. Quisiera detener el tiempo y permanecer estancado contigo, pero sé que no se puede, tú también lo sabes. Los días pasan frente a nosotros cual manada de bisontes, debemos ser hábiles y fuertes para montarlos y no caer. El tiempo fluye velozmente y no se detiene por nada, como un rio inmenso que podría acabar en una cascada. Podría volver a refugiarme dentro de las blancas paredes que he construido dentro de mi alma. Podría escapar a los más oscuros rincones de mi existencia. Pero tú me infundes el valor para enfrentarme a estos espectros, estos demonios, a estas sombras. Si tú tomas mi mano y me sostienes, podre montar los días sin importar cuan salvajes sean. Si permaneces a mi lado construiremos una balsa voladora para remar sobre el tiempo mismo. El calor que emana tu cuerpo y el frio que provoca mi corazón, crean una templanza tan perfecta. Si tú te engañas al creer que yo podre derrotar todo lo que se nos avecina. Si yo me engaño al pensar que contigo podría llegar a sanar mi fragmentado corazón. Si los gigantes que te atormentan parecen ser invencibles, recuerda que yo tengo los propios, imponentes y obstinados. Si tus cicatrices duelen y te dejan desprovisto de valor, recuerda que por cada vez que te han herido, es una vez que a mí me han hecho pedazos. Mas a pesar de lo difícil de la travesía que nos aguarda, estoy dispuesto a marchar de frente hacia ella. Dispuesto a tomar una onda y una piedra, para matar a tus gigantes. Dispuesto a buscar incansablemente la cura para las heridas que te ha causado la vida. Estoy dispuesto a amarte como nunca nadie no ha hecho. ¿Estarías dispuesto a hacer lo mismo por mí? si el mundo entero se nos pone en contra. Si mis vicios que me matan lentamente me consumen. Si tengo que chocar una y otra vez contra las murallas internas de tu ser. Si debo luchar incasablemente durante días, meses e incluso años. Así deba renunciar a mi propia seguridad. Así deba permitir que mi cuerpo muera por pedazos. Incluso si tarde o temprano dirás adiós y me abandonaras. Si yo viviré con la mirada perdida en el horizonte y tú la mantendrás perdida en el camino recorrido. Nada de eso importara mientras me dejes besarte. Mientras me permitas aferrarme a tu cuerpo. Mientras pueda amarte, hare todo lo que deba y lo hare con una sonrisa. Pues la ternura de tus ojos y la dulzura de tu sonrisa. Lo suave de tu piel y lo dulce de tus manías. Lo contradictorio de tus comentarios y lo inestable de tus sentimientos. Pues todo lo que tú eres, provoca en mí una taquicardia acompañada de taquipnea. Una paresia de mi región bucal y convulsiones en todo mi cuerpo. Un sencillo estado de hiperestesia emocional. Pues eres tú, mío carino, quien me hace sentir vivo. Quien me recuerda porque vale la pena luchar. Quien me hace creer que el amar, no está mal.
Atte.: Apolo
Hoy vi a una mujer hacerle el amor a un cigarro. La vi llevarlo a sus labios con seductora lentitud. Observe como lo pegaba a sus labios. Como dejaba que su aliento lo excitara. La vi besarlo con pasión e intentar inhalar hasta la última nube de su esencia. Vi a una mujer amar su dolor. Provocarse sufrimiento y hacerlo con pasión religiosa.
Hoy vi a una verdad romper el corazón de mi padre, una verdad que salió de mi propia boca. Lo vi despedazarse. Cual niño hacer un berrinche y con toda su rabia e impotencia romper el parabrisas del auto. Lo vi llorar y gritar en silencio. Vi su propio odio. Vi sus demonios atormentándolo. Vi su confusión. Vi todo eso de él que no soporto. Ya sea porque lo odio o porque me duele, no lo soporto. Vi el vidrio rajado, con una figura cual telaraña, con sus hilos conectados. No pude despegar los ojos de esa figura que representaba tanto dolor, que representaba una relación tan rota como la nuestra. Fragmentos filiales. Hoy vi a mi padre en un pulpito hablándome, como siempre. Vi al predicador que se construyó en su juventud y al niño consentido que jamás pudo dejar ir, ese que su madre creo.
Hoy pensé en mi mejor amigo. Pensé en su dolor. Pensé en sus fantasmas, esos que no lo dejan en paz. Esos que acechan su mente, que lo llevan a temer perder a alguien otra vez. Pensé en su necesidad instintiva de ocupar su tiempo; en su incapacidad de decir que no a alguien que le pide ayuda. Pensé en cuanto odio escucharlo llorar, en cuanto odio verlo perdido, cuanto odio escucharlo desanimado y verlo cansado. Pensé en ese desgarrador tono que adquiere su voz cuando se rompe. Pensé en los golpes que me da cuando tiene rabia reprimida y deja salir así. Pensé en el golpeando a su hermano por todo eso que no quiere gritar.
Hoy escuche relatos sobre mi madre de la boca de la única persona que quizá la ame más que yo. Escuche de mi padre sobre cuanto sufrió. Escuche a mi padre dibujar a mi madre con palabras. Su vulnerabilidad escondida detrás de un rostro serio, su inseguridad oculta en apatía, su dolor escondido detrás de su amor por todos los demás. Escuche de mi padre como la hirió que había prometido solo darle amor. Escuche de mi padre tantas cosas que yo ya sabía de ella. Escuche de mi padre sobre un dolor oculto que yo desconocía en ella. Escuche a mi padre y no por momentos se perdía la línea entre el retrato de mi madre y el mío. Jamás me había sentido tan parecido a ella y había odiado tanto mi dolor, por ser tan gemelo al de ella.
Hoy sentí mi propio dolor. Vi a mi reflejo llorar en un retrovisor y escuché a mi voz acurrucarse en mi pecho y oprimir mi corazón. Sentí como mi voluntad de pelear se apagó en un escudo de silencio. Sentí como mis barreras crecían alrededor mío para protegerme del dolor exterior. Sentí a mi dolor contenerse en el interior de mi fortaleza y borbotear. Hoy hable de mis demonios. Como un susurro y por un instante hable de ellos, de los que me atrevo a hablar. De los que no, los reconocí en alguien más. Hoy sentí mi dolor mezclarse con el de las almas que circulan en mi galaxia emocional. Hoy vi a una mujer hacerle el amor al sufrimiento y pensé en ese vicio humano de amar al dolor.
Atte. Jasper
Lustra tus zapatos y desempolva aquel viejo traje que usaste el día en que te graduaste. Ciérrate la camisa hasta el cuello y anúdate una corbata como si fueras a suicidarte con ella, porque esta es tu sentencia de muerte cariño. Aplícate una fragancia que oculte la esencia del miedo de tu piel y maquilla los moretones de tu rostro, que no podemos dejar que vean nuestra fragilidad. Procura que el color de tu camisa combine con el de mi corbata y el de tu alma con el de la mía. Recógeme a las diez en la puerta de mi casa, que estoy cansado de llegar temprano a la vida de los demás y suficientemente tarde llegaste tú a la mía. Cubramos nuestras caras con máscaras de porcelana como acostumbramos, pero mírame a los ojos y ten la certeza de que nunca podrían mentirte. Tómame de la mano y deja que se rompan las cervicales al intentar girar sus cabezas para vernos. Que murmuren a nuestra espalda y que sonrían en nuestra cara. Entremos al gran salón y sentémonos en al margen de la fiesta, en una esquina vacía junto a la mesa de las bebidas, que ya sabes que socializar no es mi fuerte y dialogar no es mi pasatiempo favorito. Sírveme una copa y déjame encenderte un cigarro. Ahora obsérvalos bailar, velos danzar para nosotros. mira cómo se coordinan en una coreografía tan perfecta que resulta innatural. Escucha la melodía tan estruendosa que la orquesta preparo para esta noche. Velos directo al rostro enmascarado, pero ignora sus falsas expresiones. Vigila sus ojos en cambio, vigila sus manos. Deja que el alcohol de mi copa suavice mis sentidos y el humo del tabaco adormezca mis pensamientos. Déjame a mi calmar las ansias que se comen tu mente y los temores que se acurrucan en tu corazón. Deja a mis dedos deslizarse entre los tuyos hasta que sienta que nuestro nudo es firme, fuerte como para soportarnos a los dos y a la vez delicado como para no lastimar nuestras manos. Déjame llevarte al centro de la pista, pero dirígeme que ya te he dicho que al bailar soy más torpe que al hablar. Déjalos a ellos fingir un aplauso al vernos movernos. Deja que finjan su risa y su ovación. Tu finge que no temes a nada y yo fingiré que ya nada me duele; pero veme, te insisto, justo a los ojos y no pierdas mi mirada. Deja que se unan, que bailen a nuestro alrededor. Déjalos que se acerquen y apartémonos con un giro. Esta es nuestra noche y mañana, mañana amor mío nos espera nuestra vida. obsérvalos bailar y fingir y mentir. Tu y yo encarguémonos de luchar, de seguir y de amar. Ve, amor mío, el vals que la vida preparo para nosotros, para que busquemos amigos entre una multitud de falsos rostros. Escucha amor mío la sinfonía que escribió para nosotros, llena de dulces tonadas de tristeza, hermosas notas de alegría y agonizantes silencios de suspenso. Baila conmigo hasta que nos den las doce y llévanos a casa, que te quiero acompañar de aquí hasta donde tropieces, para besarte y dejar que te levantes. Que yo estoy aquí para verte llegar hasta donde ni si quiera tu creíste que llegarías. Que tu estas aquí para recordarme que el futuro es incierto, pero lleno de oportunidades. Prepárate para esta noche, para este baile, para el tramo de vida que nos toca compartir. Prepárate para verlos bailar. Prepárate para vernos bailar.
Atte. Apolo
Desperté esta mañana, con miedo de abrir los ojos. Me desperté con el miedo de no saber de ti. Me desperté sin ganas de despertar, sin ganas de continuar fingiendo. Me desperté y supe que este era mi punto de quiebre. No quise ponerme los audífonos, por miedo a encontrar esas canciones que me hacen pensar en ti, que me hacen pensar en nosotros. Esas que últimamente solo consiguen hacerme sentir nostalgia. Me puse de pie y repasé lo que sabía. Hoy te vería, eso lo sabía. Tenía que bañarme, eso también lo sabía. Deje que el agua fría terminara de quitarme el sueño y que el silencio terminara de quitarme los sentimientos. Abrí el ropero y observé el espacio vacío. ¿Debía vestirme bien para dejarte o para que me dejes? ¿debía vestirme mal para dejarte o para que me dejes? ¿Me dejarías tu o te dejaría yo? Quizá no pasaría nada y quizá, me estaba vistiendo por nada. Quizá me levante por nada y mejor debería seguir durmiendo o quizá mejor debería dejar de pensarlo tanto y tomar lo primero que alcanzara.
Tome la playera más cómoda que pudiera encontrar. Lisa y azul, como el cielo esa tarde. Tome el pantalón más neutro que pudiera encontrar. Gris y ondulante, como las nubes esa tarde. No quise verme en el espejo, por temor a encontrar allí aquello que había hecho que dejaras de quererme o que sencillamente impidió que llegaras a hacerlo. Quizá fueron mis escuálidas muñecas o la línea en la mitad del puente de mi nariz. Quizá fueron mis uñas a medio comer o la deformidad del tercer dedo de mi pie derecho. No importaba, ya conocías demasiado bien mi cuerpo como para esconder algo de eso. Recuerdo esa última mañana que pasamos en una tina de la habitación de un auto hotel, en que estudie cada esquina de tu cuerpo con las manos, intentando grabarme sus líneas y sus ángulos, mientras tu dormías en la tibieza del agua burbujeante.
Recogí tus cosas. Los episodios que grabe para que te entretuvieras mientras trabajabas y que jamás te entregue. El suéter que me diste para tener cerca tu olor cuando te extrañara que mi madre lavo y jamás volví a pedirte que impregnaras de ti. El cable que dejaste en mi carro cuando cargaste tu celular para seguir jugando a eso que juegas cuando yo te hablo y tú me ignoras. Por ultimo aparte el caramelo que mi hermana dulcemente me dejo para ti. Repasé una vez más la ruta a nuestro encuentro y salí de mi casa. Encendí el carro y apagué el radio. Quería escuchar el viento sobre el ronroneo del motor de mi automóvil, mientras me alejaba por la carretera hacia la ciudad. Aparqué en una calle perdida y comencé a caminar, buscándote entre callejones y callejuelas. Tu intentaste guiarme por teléfono y te reías de mi falta de sentido de la ubicación. Tengo esa tendencia a perderme en entre las calles, tanto como en las palabras.
Cuando finalmente di contigo, estas en una esquina, con el celular en la mano, buscándome en la dirección equivocada. Tenías una de esas camisas azul oscuro que tanto me gusta que te pongas. Tenías esa pose que siempre pones cuando te inquietas, con la mano en el bolsillo, el cuello rígido y los hombros hasta las orejas. Paso a tu lado una hermosa chica de silueta sensual, curvada como el rio y la piel bronceada, dorada como el rio. No me notaste hasta que me tenías a centímetros de un beso. Te reíste y ambos nos detuvimos, estorbando el paso de los transeúntes. Caminamos hasta el parque y te hice dar vueltas por los puestos de libros usados. Ya sabes cuánto disfruto de los libros viejos, que cuentan más historias que las que tienen escritas. Encontramos una banca y yo comencé con antojos de algo dulce. Estaba embarazado de mi ansiedad y tenía las náuseas y los antojos del primer trimestre. Algodón de azúcar de colores o helado con sabor artificial. Mejor tus ojos, viendo cualquier otra cosa que no fuera yo. A las personas, a tus vicios en el celular, al viento.
Te pedí me acompañaras a visitar el cementerio y nos perdí en el trayecto. Mágicamente llegamos y me dirigí al mausoleo de mis ancestros. Recordé ese matrimonio que marco a toda mi familia y la más grande figura de amor que he conocido. Me sentí culpable por las cosas que no hice, por las decisiones que tomé, ya sabes cuánto me gusta arrastrar mi pasado clavado a mi piel con clavos y cadenas. Disfrute del silencio del recuerdo del llanto de los vivos que habita en ese lugar. Observe un enjambre de avispas juguetear entre las flores y escuche tu absoluto mutismo. Abandonamos el sitio con mi garganta seca por anudarse y desenrollarse repetidas veces. Volvimos al parque y nos sentamos junto a la fuente y aun evangelista sin audiencia. Te conté como mi padre solía hacerlo cuando era joven y me pregunté si él había tenido audiencia. Mi padre que sabe hablar, pero no escuchar sin nadie que lo escuche. ¿Es eso posible? A mí me pareció inconcebible. Compre un cigarro a un niño y nos cambiamos de sitio para no contaminar a la pareja que se sentó a nuestro lado con mis vicios.
Me burle de una señorita que se sentaba con gracia forzada junto a su novio, pero bostezaba como un hipopótamo con insomnio de una semana. Me reí de un niño persiguiendo a las palomas con su lagartija de juguete y pensé en los hijos que algún día quise criar y que ahora no se si podría si quiera mantener. Quise tomar tu mano, pero cometí el error de voltear a ver tu cara. Perdida, vagando entre las personas. Me llené de valor y te hice tres preguntas. Primero pregunte que creías. No me entendiste, así que te pregunte más directamente. ¿Es esta una mala época para nosotros o sencillamente ya no funcionamos? ¿o acaso soy yo el que está loco? Te reíste y me dijiste que estoy loco. Me reí y te respondí que lo sé, que todos estamos jodidamente desquiciados, pero esta vez no hablaba de ese tipo de locura.
Me respondiste con tu frase favorita, cuyo autor, sea quien sea, maldeciré toda la vida. Me respondiste esas dos palabras que son tu lema y tu canción. No se me dijiste y yo supe que la conversación había muerto. Tus piernas comenzaron a temblar, inquietas como cuando te conocí. Tus brazos se cruzaron en un gesto de inseguridad y tu cuello se tensó en un gesto de inconformidad. Te caracterice lo tenso, inseguro e inquieto que te mirabas. Disimulaste esos gestos que tan naturales se te ven. Te pregunte qué era lo que querías.
Me explicaste como querías regresar a estudiar; como querías dejar ese trabajo que te está matando, pero sabes que no puedes dejar; y como conseguir otro trabajo solventaría todo lo demás. Me explicaste que crees que todo lo demás se arreglaría de esa manera. como eso permitiría que tú y yo nos viéramos más, como eso repararía lo que sea que se rompió entre nosotros. ¿significa eso que aún me quieres? ¿significa que aun estas luchando por nosotros? ¿significa que aun soy parte del futuro para ti?
Al final pregunte que, a tu parecer, quien había cambiado primero, tu o yo. De nuevo, me llenaste de insatisfacción con tu clásica respuesta de dos palabras. Decidí, que quería comer y caminé al restaurante de comida rápida más próximo. Pedí una hamburguesa y tú no quisiste nada. Me senté a observar las grasientas papas de mi orden y tú a observar la pantalla de tu celular. Tan discretamente como pude te dije cuanto odio que tengas el celular en la mano cuando estás conmigo. Mis papas desaparecieron en mi boca, al igual que las palabras se acabaron de la tuya. Busque tus ojos e intentaste sonreírme. Me lanzaste un beso desde donde estabas y yo no pude responder. Te pedí que no lo hicieras y gire la mirada hacia la calle. Me pediste que te viera y te pedí que no lo hicieras. Que me dolía verte hacerlo.
Esas cosas, que antes me parecían tan lindas, ahora solo me producen incertidumbre y para mí el no saber, duele más que cualquier áspera certeza. Ahora yo busqué tu mirada y solo encontré un rostro inexpresivo y unas cejas arqueadas, como preguntándome que buscaba allí. Me quede perdido un rato en tus ojos y te enumere las únicas tres cosas tiernas que tienes. Tus ojos, que tanto me gustan, siempre con esa tonalidad de tristeza impregnada en las pupilas. Tus orejas, diminutas y perpendiculares a tu rostro con forma de diamante. La última de las tres, no estaba para verla y había perdido la cuenta, de cuantos meses llevaba sin verla. Esa leve sonrisa nerviosa y la manera en que tu mirada huía nerviosa cuando yo te veía fijamente y te sonreía. Esa particular expresión que pones cuando te azareas, que fue de lo primero que me enamoré cuando te conocí.
Termine de comer mi hamburguesa y tu silencio. Nos levantamos y salimos, en busca de mi carro. Compré otro cigarro para trayecto y comencé a caminar intentando averiguar donde había estacionado. Estuve una hora deambulando entre las calles, a pasos rápidos, casi un trote, angustiado. Tú te mantuviste a mi espalda, sin decir una palabra. Quise varias veces que te fueras, que me dejaras, pero te quedaste. Me acompañaste hasta que lo encontré, de la misma forma en que te has quedado todos estos días, a pesar de todo, a pesar de lo perdido que estoy. Conduje hacia la salida de la ciudad, donde tomarías tu autobús y yo saldría hacia mi casa. Me besaste los labios, me besaste la frente, me besaste la mejilla. Te despedí con la voz quebrada y te observé por el retrovisor mientras seguía conduciendo. Y me fui, entre los árboles y la luz filtrada de la carretera, preguntándome si dejaste días atrás, si es hoy que lo dejas o si aún no ha llegado el día que dejaras de quererme. Y conduje hacia mi casa con la única certeza, de que sin importar lo inseguro que puedo llegar a ser, nunca podre dejar de amarte y de quererte y de esperarte.
Esto no es más que una declaración de amor a media noche, bajo un manto estrellado que me recuerda cuán lejos estas de mí. Una respuesta a aquella duda que ha crecido con los años, aquella incógnita de si acabaremos amándonos u odiándonos. Resolver esta encrucijada en que me encuentro, intentando decidir si lo mejor es marcharme o tomarte en mis brazos y dejarte llorar. Absorber tu tristeza y todas tus preocupaciones, como aquella noche en que bailamos al compás del silencio, sin movernos. Nuestro romance no es más que un cruce de miradas, con una intensidad mayor que la de una noche de lujuria. Unas manos entrelazadas, transmitiéndose un amor que ambos aseguramos un existe, pero lo sentimos. Yo por ti y tú por mí. Con la certeza de que no sabemos qué es esto y la confusión de no saber si el sentimiento es mutuo, o nos estamos engañando el uno al otro. Promesas rotas por un temor implacable. Las heridas que mi ausencia ha ocasionado en la misma esencia de tu alma. Cuando irónicamente yo solo quiero protegerla de los demonios que habitan en mí, en la profundidad de mi propia existencia. Los besos que tanto me gusta posar en tu frente y la rosa que deje marchitar en tus dedos, eso es todo lo que te he dado. La cobardía, la maldita cobardía que no me ha permitido averiguar la textura de tus labios, ni el sabor de tu aliento. Tu que me desarmas de todos mis engaños y yo que te he visto sin tu impenetrable armadura. Mis torpes manos que han rasgado la delicadeza de tus emociones, tristemente lo único que querían era acariciarlas. Aquellos juegos de azar en que ambos hemos participado, apostando nuestros corazones como si no valieran nada.
Esto es todo lo que tenemos, todo lo que somos y sentimos… ¿Qué somos? Me preguntan. Somos la incertidumbre y la posibilidad. Esa oportunidad que nos dio la vida, pero no he sabido aprovechar. Cúlpame de todo si eso quieres, pues acepto que he sido un idiota dando vueltas a esta pregunta. Tantas vueltas que solo consiguen marearte y desesperarme. Envolviéndonos en una vorágine de interrogantes insolventes. Por esto he de arriesgarlo todo y no te pido nada. Solo que me dejes acercarme, averiguar si en verdad podemos vivir el caos más hermoso de este mundo. Déjame finalmente dar el paso. Aunque mis piernas tiemblen y tú ya no crees en mí. Déjamelo todo a mí, que yo daré este paso, para saber si la vida aún tiene un lugar para estos amantes que han sido tan cobardes.
Atte.: Apolo.
Lo intente. Te juro que lo intente. Sentarme y dejarme llevar. Dejar que mis manos danzaran con la tonada de mi mente y escribieran una sinfonía de mis sentimientos, pero no pude. Se me ha vuelto tan difícil explicar todo lo que siento. Se me ha hecho tan raro eso de expresarme. Como si mis emociones no fueran propias. Fueran implantadas desde otra alma. Ajenas a mi mundo interno. Me siento un extraño en mi propio cuerpo. Desconozco a mi propia mente. Pregúntame como estoy y mi mente se encuentra en blanco. No se ya si me siento de una u otra forma o sencillamente estoy tan acostumbrado a determinadas sensaciones que cualquier otra opción me resulta imposible de reconocer. Como si estuviera encerrado en una caja sin la capacidad de ver más allá de cuatro paredes, un techo y un suelo. Es como vivir con un extraño sin dirigirle la palabra. Intentando entender costumbres que no son tuyas. Es como caminar en un cuarto oscuro, en el que no importa a donde avances todo te resultara igual. La misma mierda cada día. Despertar de madrugada, sudando, después de una pesadilla. Abrazar la almohada sin poder llorar porque no sé si lo que siento es miedo, pero algo en mí me dice que esa es la respuesta natural. ¿Queda algo de natural en mí? Volver a conciliar el sueño solo para despertar por la mañana sintiendo que es todo un sueño. Reír cuando los otros ríen; sonreír, saludar, comer. El tabaco me sabe a ceniza. La lluvia me moja porque es agua, pero yo no lo siento. Escuchar mi voz como si fuera un instrumento extranjero y desafinado. Verme en el espejo y tener esa sensación de ver fotografías familiares viejas, con tantos rostros que a personas cercanas a mí les pueden resultar familiares, más a mí no me producen ni ternura ni rencor. Un extraño con quien estoy tan familiarizado. ¿Estoy cansado? ¿De qué estoy cansado? ¿De tanto hacer nada? Es el efecto de aquella herida, cuyo dolor ha pasado tanto tiempo contigo que ya no duele, solo existe. Es lo que pasa cuando estás tan mojado que ya no sientes frio, pero si dejara de llover comenzarías a temblar. ¿Es que acaso estoy temblando y no lo noto? ¿O es que ardo en llamas y mi piel ya se ha carbonizado? ¿Qué ocurre cuando acá todos me entienden menos yo? ¿Cómo estas, querido extraño que vives conmigo?
Atte. Apolo
Como las gotas de lluvia al caer, creando círculos concentricos en las lagunas. Ondas que colisionan para desaparecer, pero que no dejan de aparecer. Un círculo tras otro, una onda interminable. Así descienden los sucesos que nos conectan a ti y a mi, cual círculos concentricos que no paran de caer. Se desató una tormenta entre los dos, hasta que la cortina de agua fue tan densa que nos dejamos de ver, y la corriente del destino nos arrastró a la deriva de su voluntad. Pero seguias allí, en cada gota sostenida por una hoja, reflejando el sol sobre su superficie, refractandola cual prisma de hermosa naturaleza. Gotas que solo yo podía ver, allí seguías tu, en esas gotas sostenidas, que se deslizaban hasta caer. Que al caer sobre los charcos del suelo se disolvian, creando circulos concentricos en mi memoria. Un interminable desfile emocional. Cual círculos concentricos latía mi corazón. Sin dejar de sentir, renovando la intensidad del amor cuando este se acercaba a desaparecer. Cual círculos concentricos seguiran palpitando nuestras vidas. Como gotas de lluvia que caen sobre el mundo seguiremos existiendo, hasta que nuestros circulos concentricos se conecten otra vez y cual círculos concentricos sigamos latiendo... Atte. Apolo.
Encendimos uno, uno para los dos, compartiendo. Inhala, pásalo, pásamelo. Quémame, sonríe. Era eso lo que existía. Lo que tenía. Mi fragmentado corazón, hecho pedazos. Tus agónicos sueños, confusa. ¿Qué quieres tú? ¿Que buscaba yo? ¿Compañía? Acompáñame a perderme. Y ardía, consumiéndose. Sonreí. Te veía y tus ojos me contaban la historia de tu vida. Me observabas buscando respuesta y mis ojos te respondieron. Se quemó hasta la colilla. Y la sensación se propago entre nosotros. Reíamos y reíamos, como drogados, pero más que el tabaco, fue la compañía. Lloramos, sin lágrimas y en silencio. Y las arenas del tiempo seguían cayendo. Los hilos de nuestros destinos se seguían desenlazando. Quería otro, querías otro, queríamos la compañía. Nos dejamos abrazar por el humo del otro y lo sabíamos, en el fondo sabíamos que se acabaría. Tus dedos danzando en la colilla, mis labios besando el filtro. Allí estábamos, sangrando, llorando, riendo en compañía. Y paso, mi universo llego al colapso y me perdí. Sin saber dónde estoy ni a donde iba. Y paso, tu sueño se estrelló y te perdiste. Sin saber a dónde ir. Y el dolor ya no dolía, solo existía. El cigarro ya no se consumía, solo ardía. Y en una nube de humo te perdí. En una nube de humo me desvanecí. ¿Dónde estás? ¿Dónde estamos? Y quería otro. Encendí otro. Inhale. Ardiendo. El humo se disipó y tú ya no estabas allí.
atte. Apolo
Recuerdo la primera carta que te escribí. Era un día soleado, en el cual el aire estaba invadido por el canto de gorriones y el ladrido de algún perro. Mi gato acechaba ronrones en las esquinas y el calor aplastaba mis brazos contra el escritorio. En mi mano la libreta sobre la que tantas veces había redactado. Un lápiz negro se deslizaba entre mis dedos, con el número 2 impreso en la madera y el borrador entre la ansiedad de mis muelas. Mis ojos bailaban sobre cada letra, cada signo. Desde la capital de cada oración hasta el desenlace en forma de punto. Mi corazón latía como perdido, confundido. Sin saber si era un error embriagarse de amor o si la mente era una irrazonable, que pensaba demasiado acerca de asuntos sobre los que no tenía el control. Un temor hacía temblar cada musculo de mi garganta. Tenía tanto que expresar que no había palabras que soportaran el peso de tantas emociones. No sabía ni que quería decirte. Contuve el aliento, pero este se amotino en mi contra y escapo como un doloroso suspiro. Forcé una lágrima desde la comisura de mis ojos, pero estas se negaban a salir y se volvió a escabullir a través de mis labios. Que tímidos eran mis sentimientos en aquel entonces. Un viento rebelde se deslizo entre las hojas de algún pino cercano y las hizo silbar. Uní mis dedos en una plegaria sobre mi cara. Sin saber si ya te amaba o me odiaba por sentirme de esta manera. Así de complicadas son las emociones en mi alma. Gotas de lluvia comenzaron a regarse sobre el suelo, a rodar por las paredes y a deslizarse sobre las ramas de los árboles. Mientras las gotas de mis ojos seguían en huelga, negándose a presentarse a trabajar. No sé cuánto dure en ese trance, ni cuál fue el impulso que consiguió hacerme salir. Solo sé que te escribí una sinfonía caótica y espiritual, que jamás llego a satisfacer todo lo que quería lograr.
La hoja se fue haciendo vieja. Se arrugo y se manchó, la tinta de las letras se corrió. Los sentimientos plasmados envejecieron y algunos murieron. Pasaron los días y los meses, meses en que mis emociones por ti solo crecieron, hasta que lo nuestro adquirió un cáncer terminal y fue muriendo lentamente, sin que ninguno pudiera rescatarlo. Y aquí me tienes otra vez. Sentado en el mismo lugar. En un día que quiere llorar y no puede, en que los gorriones ya han muerto y son sus hijos o sus nietos, los que invaden el aire con sus voces. En que el perro se ha quedado sin voz y a mi gato le han crecido canas, si es que sucede tal cosa. El lápiz negro se acorto tanto que tuve que cambiarlo y nuevamente el borrador se consumió por la ansiedad. Tuve que comprar una nueva libreta, pues la vida dio tantas vueltas que se agotaron las hojas. Las hojas de los pinos, sobre las que silbaba el viento, se secaron y cayeron y fueron reemplazadas. Y ese amor con el que tanto peleaba, que tanto me atemorizaba y por el que tanto quería llorar se quedó. Finalmente las lágrimas decidieron ponerse a trabajar y cayeron y vuelven a caer cuando la herida hace contacto con un recuerdo. Han aparecido nuevas heridas y nuevos rostros me han llevado a escribir. He plasmado más batallas emocionales en una hoja de papel. Y el amor que siento por ti no se ha desvanecido. Es un constante compañero de mi batalla contra la vida. Dejo de ser mi amigo hace ya mucho tiempo y finalmente hicimos las paces en algún momento. Pero jamás me abandono. Acá sigue, a mi lado, preguntándome si se de ti.
atte. Apolo
No, no me prometas nada; no ates tu lengua con palabras vacías. Y yo, yo tampoco te prometo nada; que las promesas se rompen, que la verdad se transforma, que la vida se cae y levanta constantemente. No te prometo la eternidad de un paraíso porque lo efímero me ha durado más tiempo. Tu no prometas siempre estar conmigo que el huracán de habita entre mis pensamientos a ahogado a más de un marinero. No me veas a los ojos y digas que soy el único, porque el universo está lleno de estrellas más llenas de luz que yo, de cometas más hermosos que yo, de agujeros negros más destructores que yo. Yo no te besare prometiendo que no te lastimare, que no son solo mis demonios, si no mis propios mecanismos de defensa, los que amenazan la integridad de tu corazón.
No me pidas que olvide un pasado que me ha marcado la memoria con la intensidad con que el sol me ha marcado la piel durante todos estos años. No te pediré que me abraces cuando siento que mi pequeño intento de fortaleza se viene sobre mí, porque el arquitecto y el obrero he sido yo, el único responsable de su colapso también. Sencillamente no lo hagas, no me llenes los oídos de palabras y los bolsillos de promesas, que es como comerciar con aire. Como vender globos que se ven tan rebosantes, pero con el tiempo se vacían y se caen. Porque las palabras solo son frascos, a los que nosotros llenamos, vaciamos, rompemos. Porque las promesas solo son recuerdos y esta carta solo es un aviso. Un aviso del contrato que acabas de firmar.
Ese contrato que firmaste, no con tinta, ni con sangre; fue con un beso bajo los árboles, manos entrelazadas sobre el césped, suspiros entre dos asientos de un automóvil. Así que ya no te detengas, ya no des marcha atrás. Ya no me des tiempo ni me pidas espacio. Que no somos dioses ni ladrones para dar lo que no nos pertenece. Entrégate al abismo que yo habito e intentemos llenarlo con tus errores y con mis culpas; con los demonios de tu presente y fantasmas de mi pasado. Llenemos este pozo hasta que salgamos y sepultemos todo eso que queremos dejar atrás o ahógate conmigo en el intento de ver la luz de algo mejor.
No te prometo un amor eterno, pero si te aseguro un amor intenso. Porque estoy cansado de los amores a medias, a escondidas, a pequeños pasos. Estoy cansado de las personas que se confunden en el camino o que me detienen en la puerta. Harto de amar a quienes no se atreven a gritar lo que sienten. A los que no sienten esa pasión que a mí me come las entrañas. Porque la vida es muy corta para tener emociones sobrias y amores flacos. Ámame con todo. Con cada beso, con cada caricia, con cada grito, con cada golpe, con cada insulto. Cuando quiera correr tómame de las muñecas y arrástrame contigo. Cuando quieras huir te tomare del cuello y te morderé las dudas.
Ábreme las puertas y cierra las ventanas. Deja fuera a todos los que quieran entrometerse, porque la gente es ponzoñosa, corrosiva. Ven, acércate, más cerca. Abrázame. Aférrate. No me prometas nada y solo ámame. Mientras podamos, mientras estemos juntos, que ya no estoy dispuesto a amar en vano.
Atte. Apolo.
Intento buscar una emoción que describa aquella sensación. La sensación de verte extraer la pequeña caja blanca de tu mochila. De que ofrecieras satisfacer a mis demonios. La sensación de escuchar el pestillo del encendedor produciendo chispas, encendiendo una llama. De ver a la llama danzar sobre el tabaco. De ver el delgado cilindro de papel deslizarse entre un par de dedos aún más delgados. No termino de entender que es lo que siento al ver todo eso suceder y que los dedos sean los tuyos.
¿Fue acaso decepción? ¿O es una profunda tristeza? ¿Es más parecido a vergüenza o a frustración? ¿O más bien la rendición de mi corazón ante una amalgama emotiva? Pero que no te confundan mis palabras, que si estoy decepcionado es de mí, por no haber sentido el aroma seco que se impregno a tu ropa antes. La profunda tristeza es por no poder ver tu mirada entre la cortina de humo. Si me siento avergonzado es de mi por haberlo hecho tantas veces frente a ti y la frustración es producto de las veces que me pediste que dejara de hacerlo y solo me reí en tu cara.
Y es que conozco esa expresión, a melancolía disfrazada de sonrisa. Conozco esa manera de inhalar, como intentando extraer toda la falsa satisfacción que este atrapada en un cigarro. Porque conozco esa manera ansiosa de buscar otro cigarro con los dedos, rascando entre los espacios vacíos del paquete. Porque he visto antes esa forma de exhalar, intentando sacar hasta la última gota de tristeza de tu alma. Reconozco ese desesperado comportamiento, que se aferra a ser fuerte a pesar de estar hundido en sí mismo. Reconozco tu comportamiento en mí.
Porque es lo mismo cuando bebes e intentas ahogar cualquier grito de derrota que este habitando en tu garganta. Es lo mismo cuando llegas al punto de quiebre y explotas, caes por trozos y te rindes al llanto, para luego callar. Callar hasta que las piezas vuelvan a encajar entre si y esperas. Esperas a que vuelvas a quebrarte. Todo para caer en un círculo más vicioso que los otros hábitos que has adquirido.
Es que la tristeza es un vicio, mi hermano. Es un vicio más mortal que cualquier hierba. Es un vicio que gusta de relacionarse con otros vicios. Es un vicio que en silencio te arrastra un barranco o una cuerda colgando de una viga de tu habitación. Es un vicio que te invita a la barra de una cantina o la esquina de un fumadero.
Es por eso que me duele verte hacerlo. Es por eso que me mata verte caer y saber que estas cayendo; y no saber si estas pidiendo ayuda o solo quieres dejar de sentir que te importa lo que sienten los demás. ¿Es que acaso no ves que acá estoy? ¿Es que no he sabido demostrarte que te amo? ¿Es que no entiendes que quiero la exclusividad de mis vicios y el monopolio de la tristeza, para que tu no la sufras?
Atte. Apolo
I told you how much I like to build things. You said that it is hard for you. I replied that it didn't mattered, that with you anything it's better and instead we should build a... And I cut the phrase, because I was afraid about your reaction, about going to fast. You insisted me to finish it. So I added "a beautiful relationship". You answered that you agreed, that you loved the idea. I smiled, looking at the ceiling, knowing I had lied, cause what I really want to build is a life with you. That's how sure I am from what I feel and it frightens me, because the decision isn't only mine.
'Te conté cuanto me gustaba armar cosas. Tu me dijiste que para ti era difícil. Respondi que no importaba, que contigo cualquier cosa era mejor y que mejor armaramos... Y corte la frase, por miedo a tu reacción, por miedo a ir muy rápido. Insististe en que la completará. Entonces añadí "una linda relación". Me respondiste que estabas de acuerdo, que la idea te encantaba. Yo sonreí y me quede viendo al techo, sabiendo que te había mentido, porque lo que realmente quiero armar, es una vida contigo. Así de seguro estoy de lo que siento y eso me aterra, porque la decisión no es solamente mía.'
La realidad que me cuesta aceptar es que soy debil y un tonto, la verdad que me empeño en olvidar es esa. Soy fragil y particularmente insensato. Porque mis recuerdos, son los de un joven, cuya vida no ha sido sencilla, pero lo ha moldeado con manos toscas. Mi intelecto es el de alguien sin generación, con un hambre que lo hace crecer seis veces mas rápido de lo que envejezco. Mi ambición es la de un hombre obstinado, en el punto de equilibrio perfecto, entre la mente soñadora juvenil y la madurez planificadora del adulto. Mi expresión es la de un caballero, entrado en suficientes años como para saber moverse con sobriedad y delicadeza, sin dejar de ser contundente con lo que quiere decir. Mis impulsos, son los de alguien que ha vivido durante años, sin envejecer un solo día, cambiando de vicios y aficiones con cada nueva estación del año. Pero mi corazón es el de un niño, fragil, debil, temeroso y aun asi, esperanzado. Con una tendencia a ilusionarse con las mas simples de las palabras. Necesitando solo de sentir sinceridad en la voz de quien las dice, aunque puedan ser una gran mentira. Es por eso que soy debil y un tonto, porque no importa cuan viejo pueda sentirme y cuan maduro pueda ser en todos mis aspectos, mientras mi corazón sea un niño, solo necesitas dominar mis emociones para controlar mis sentidos y que yo caiga rendido ante tu voluntad. Atte. Apolo.
Quiero verte contra la pared, sin más fuerzas para correr. Verte yaciendo en la grama, observando el cielo. Quiero que susurres tus deseos en mis oídos. Quiero que desnudes tu cuerpo con mis manos y tu mente con mis preguntas. Quiero que te prendas y que ardas. Que te consumas en mis vicios y asi ya no puedan atarte. Quiero verte débil, vulnerable. En un estado de fragilidad que solo te vuelva una creatura aún más peligrosa. Quiero que me digas que no quieres nada. Que me dejes darte todo. Perdernos en un bosque sin linternas, buscando estrellas entre los árboles, robando besos entre las piedras. Rodar por una colina y escapar siguiendo el rio. Quiero que me lleves hasta donde nunca has llegado, que me enseñes lo que no has querido aprender. Quiero que te poses en mi piel con la delicadeza de una pluma o la intensidad de un huracán. Sacude mi mundo, destruye mi realidad. Hazme ver que nada de lo que se es cierto, que nada es verdad, que podemos hacerlo todo. Quiero que me bañes con tus lágrimas, con tu sudor. Dame tus besos de beber y tus anhelos de comer. Quiero que te extravíes y prefieras no moverte, para no perderte más. Que me extrañes estando cerca, que me sientas a tu lado estando lejos. Quiero marcar tu cuello con mis labios, tus bazos con mis dedos, tu camino con mis pasos. Quiero que me dejes sin opciones, sin salidas, sin más remedio que rogarte un poco más. Quítame el sueño antes que las prendas, el aliento antes que el deseo. Quédate mis miedos, guárdalos junto a tus pesadillas. Muérdeme los sentimientos y hazlos despertar. Arráncame las ganas de no querer nada. Desespérame, frústrame, despedázame… enamórame y hazme sentir vivo… o mátame y entiérrame, para jamás volver a pasar por mi corazón. Atte. Apolo
I used to think of love like a sensation. Something completely different from anything I've ever felt. Then I understood that love is more like an expansion, a powerful intensification of every feeling, of every sensation provoqued by that someone you love. Happiness us stronger, sadness is stronger. You care more, you miss more, you need more, you hurt more.