Quiero hablar de lo que pasó sin mencionar cuánto me dolió. Tiene que haber una manera. Cuidar las heridas sin reabrirlas. Para nombrar el dolor sin invitarlo de vuelta a mí.
Khalem // Agosto 2022
En algún lugar del mundo alguien sueña que mueres y que todo es culpa de su cobardía.
Toda su atención está inmersa en algún punto de la cama. Aún es el que observa la última escena y, por eso, no puede, por instinto, asegurar que nadie lo está viendo llorar ().
Intenta prescindir del dolor para que sus manos estrujen su propio corazón sin dañarlo, como tratando de huir de una caída terminal; inconscientemente, trata de evitar la impresión que será el alimento para la fuente de su consternación. No quiere ser un criminal, tampoco matar su propio corazón; está casi tan asustado que trata de corregir torpemente la historia. No quiere que la cobardía sea parte de su humanidad nunca más; pero, el tiempo corre y ve que nada se puede modificar, aunque llore, grite, sangre y tiemble el corazón sobre el papel. El amor de su vida muere porque otra persona así lo soñó. Fue un sueño. Su persona amada debe odiarlo sin conocerlo porque, en el sueño, él también la quería; su propio corazón, inconsciente, también lo hace, con tal ímpetu que ahora le es casi imposible respirar. Lo mismo pensó el que soñó: que era imposible que ella muriera, que no hubiese soñado con el corazón, imposible que la causa fuese su cobardía.
Lo que fue un sueño impersonal se transfiguró en la realidad más espantosa de toda su existencia, acaso para otro, acaso para mí.
Benjamin Prado
7 de en. de 2022
Algo en mi pecho parece querer resquebrajarse y sangrar… Pero se detiene, justito en el centro del corazón.
Miérc., 10 de feb. de 2021
Y levantarme de golpe cuando la emoción aflore. Sentir cómo se asoma el horizonte en la última parte del camino, sensaciones que van improvisando el mismo juego con mis nervios. Y soy un manojo de nervios. Porque la mera acción puede reemplazarlo todo. Así de frágiles y sensibles son mis ideas cuando no entiendo lo que en el momento voy sintiendo, pero... ¡lo qué voy sintiendo! Entonces, en una sonrisa se me va la voz, por decir palabras, y la vida entera, por no gritar tu nombre.
Me duele el corazón y un pesado letargo aflige a mis sentidos,
tal si hubiera bebido la cicuta o apurado un opiato hace sólo un instante y me hubiera sumido en el Leteo.
Y esto no es porque tenga envidia de tu suerte, sino porque feliz me siento con tu dicha
cuando, ligera dríade alada de los árboles, en algún melodioso lugar de verdes hayas e innumerables sombras
brota en el estío tu canto enajenado.
¡Oh, si un trago de vino largo tiempo enfriado en las profundas cuevas de la tierra que supiera a Flora y a la verde campiña, canciones provenzales, sol, danza y regocijo!;
¡Oh, si una copa de caliente sur, llena de la mismísima, ruborosa Hiporcrene, ensartadas burbujas titilando en los bordes, purpúrea la boca: si pudiera beber y abandonar el mundo inadvertido
y junto a ti perderme por el oscuro bosque!
Perderme a lo lejos, deshacerme, olvidar, que entre las hojas tú nunca has conocido la quietud, el cansancio y la fiebre
aquí, donde los hombres tan sólo se lamentan y tiemblan de parálisis postreras, tristes canas,
donde crecen los jóvenes como espectros y mueren,
donde aun el pensamiento se llena de tristeza y de desesperanzas,
donde ni la belleza puede salvaguardar sus luminosos ojos por los que el nuevo amor perece sin mañana.
¡Lejos! ¡Muy lejos! He de volar hacia ti. No me conducirán leopardos de Baco sino unas invisibles y poéticas alas;
aunque torpe y confusa se retrase mi mente: ¡ya estoy contigo! Suave es la noche y tal vez en su trono aparezca la luna circundada de mágicas estrellas.
Pero aquí no hay luz, salvo la que acompaña desde el cielo el soplo de la brisa cruzando el oscuro verdor y veredas de musgo.
No puedo ver qué flores hay a mis pies ni el blanco incienso suspendido en las ramas, pero en la embalsamada oscuridad presiento cada uno de los dones con los que la estación dota a la hierba, los árboles silvestres, la espesura: pastoril eglantina y blanco espino, violetas marcesibles recubiertas de hojas y el primer nuevo brote de mediados de mayo,
la rosa del almizcle rociada de vino morada rumorosa de moscas de verano.
A oscuras escucho.
Y en más de una ocasión he amado el alivio que depara la muerte invocándola con ternura en versos meditados para que disipara en el aire mi aliento.
Ahora más que nunca morir parece dulce, dejar de existir sin pena a medianoche ¡mientras se te derrama afuera el alma en semejante éxtasis!
Seguiría tu canto y te habría escuchado yo en vano: a tu réquiem conviene un pedazo de tierra.
¡No conoces la muerte, Pájaro inmortal! No te hollará caído generación hambrienta.
La voz que ahora escucho mientras pasa la noche fue oída en otros tiempos por reyes y bufones; tal vez fuera este canto el que una senda encontró en el triste corazón de Ruth,
cuando enferma de añoranza, se sumía en el llanto rodeada de trigos extranjeros,
la misma que otras veces ha encantado mágicas ventanas que abren a peligrosos mares
en prodigiosas tierras ya olvidadas.
¡Olvidadas! El mismo tañer de esta palabra me devuelve, ya lejos de ti, a mi soledad.
¡Adiós! La fantasía no consigue engañarnos tanto, duende falaz, como dice la fama.
¡Adiós! Tu lastimero himno se desvanece al pasar por los prados vecinos, el tranquilo arroyo y la colina; ahora es enterrado en los calveros del cercano valle.
¿He soñado despierto o ha sido una visión?
Ha volado la música. ¿Estoy despierto o duermo?
John Keats, Oda a un Ruiseñor
Tengo algo bueno. Sí, tengo una gran virtud: hago determinadas cosas increíblemente rápido. Cocino rápido, tardo un suspiro en comprar en el súpermercado; antes de que pestañees ya estoy duchado, perfumado y vestido. Recoger la mesa después de comer, poner un lavavajillas, ir de sitio a otro andando. Soy un puto rayo. Es mi súper poder.
Domingo, 21 de febrero de 2021
Rumor de ola, te encuentro en todos lados (…)
“Si puedo evitar que un corazón sufra, no viviré en vano; si puedo aliviar el dolor en una vida, o sanar una herida o ayudar a un petirrojo desmayado a encontrar su nido, no viviré en vano.”
— Emily Dickinson
¿Quieres andar, un ratito, por la playa conmigo hoy?
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