Despertar a las 02:00 P.M. se ha vuelto rutinario los domingos, así el día se me hace más corto. El silencio que se respira en este día es toxico, quisiera quedarme bajo las sabanas y dormir todo el día.
He llegado a la conclusión de que los domingos se hicieron para estar acompañado, tal vez para estar en familia e ir pasear, un almuerzo fuera de casa estaría bien, tal vez para estar con los amigos e ir al cine y luego una cena divertida, o tal vez para estar por ahí caminando con quien amas mientras están muertos de risa.
En mis domingos quisiera estar rodeado de mi familia, amigos y quizá solo quizá alguien más, para llenarle de besos, abrazos, caricias y enseñarle a cocinar. Si es un día soleado vendría bien ir a la playa todos y si llueve estaría perfecto ver una comedia romántica, preparar la cena y sentarnos a la mesa a hablar de esos recuerdos que nos hacen felices.
Pero mis domingos son un antónimo de lo que deseo, son deshabitados, melancólicos, depresivos y emocionalmente fríos.
Afortunadamente no te bese, afortunadamente sólo fue un apretón de manos, afortunadamente solo fue una conversación agradable, afortunadamente no me involucre más, porque para estar con un pendejo que es inestable emocionalmente es preferible seguir con esta soledad ensordecedora.
No eran esos pequeños pedazos de papel llamados fotografías, era lo que transmitían, ese recuerdo inefable, mágico, reconfortante que podía estremecer hasta el más recóndito de sus sentimientos.
Él creía no poder vivir sin su “mitad” ya que eso le hicieron creer durante toda su vida, la convirtió en su necesidad. Después de haberse separado pudo darse cuenta que la vida continuaba con o sin ella, tomo la decisión más valiente y acertada, decidió seguir sus sueños, aquellos sueños que había dejado a un lado cuando la conoció, su sueño más importante era ser el arquitecto de su propio hogar. Retomó su vida, consiguió dos nuevos empleos y se dio cuenta que nadie era necesario, ni siquiera el gran amor de su vida a quien un día le dijo dentro de una iglesia “Hasta que la muerte nos separe”. De una manera metafórica algo murió en ellos, definitivamente era el amor que ella sentía hacia él.
Sin necesidad de ir a juicio él tomó su pluma y firmó el acta de divorcio, así concluía una etapa, era libre de nuevo.
De vuelta a casa decidió rasgar todas las fotografías en donde ella se encontraba, mientras las rasgaba un cortometraje pasaba por su mente ya que aquellas fotos le trasmitían grandes recuerdos. Ya no había nada más que romper, todo estaba roto, incluso su corazón, así que decidió quemar los pequeños trozos de papel de las 270 fotografías, ya que no podía quemar su corazón decidió congelarlo por si algún día en la estación del metro o en las escaleras del aeropuerto o en el ascensor de la oficina conocía a alguien que pudiese descongelar ese corazón y volver hacer que ardiera con gran vehemencia para amar sin cordura.
Cuando las personas me oyen diciendo “no quiero a nadie en mi vida sentimental, así estoy bien” me hace ver más fuerte, pero de algo estoy totalmente seguro, me hace sentir más solo de lo normal.
Para mi aceptar el hecho de que hace falta alguien en mi vida es complicado porque doblega mi orgullo, por otra parte soy obstinado y me mantengo firme en mi terca opinión.
A decir verdad no me da miedo enamorarme y amar con desenfreno, sin cordura, con pasión, porque para mí esa es la manera correcta de hacerlo, el problema es que quienes llegan a mi vida no están dispuestos a quedarse, tal vez tengo la patología de elegir a seres inestable emocionalmente.
Si algo he aprendido de esto es que no importa si me dejan o me lastiman, estoy hecho de buena madera y no existe gorgojo que pueda dañarme.
He llegado al punto en que acepto y reconozco que quiero a alguien estable en mi vida, pero alguien que tenga miedo de perderme, alguien que me ame de verdad, alguien que me alegre la vida, alguien que me haga sentir un fuerte cosquilleo en la panza, alguien que me estremezca de amor y dulzura las entrañas, porque para estar con un pendejo que no se interese por mí, que deje las conversaciones a la mitad, que no pregunte como estoy o como me siento, que no tenga la valentía de aceptar sus errores, porque para estar con alguien así prefiero quedarme como estoy SOLO.
Solo basto con una pequeña caricia, un breve toque, un ligero rose entre mi cuerpo y el suyo, solo basto que estuviese en la cama conmigo, tenerle tan cerca fue celestial, no estábamos ni a centímetros ya que nuestros cuerpos eran uno solo, no estábamos sobrios pero eso no impidió que yo pudiera sentir sus suaves besos y sus dulces caricias.
Era doloroso ya que después del sexo se marchaban, pero esa vez fue distinto, ya que era la primera persona que se quedaba junto a mi después del sexo, eso me cautivo de tal manera que dije en mi mente “me gusta, me gusta mucho y mucho es poco para lo que estoy sintiendo” desde ese momento no pude sacarle de mi mente.
Todo inicio con una simple caricia, no me pude contener, así que me voltee y puse mi cara junto a la suya, al instante nuestros labios estaban juntos, cada vez que sus labios se rosaban con los míos sentía que estaba un poco más cerca del cielo, sus caricias fueron perfectas ya que lo hacía con ternura, acariciaba mis brazos, mi pecho, mi espalda, mis piernas, cada vez que me tocaba mi cuerpo se estremecía y pedía que sus suaves manos no se apartaran de mí.
Dije: - Abrázame por favor.
No respondió con palabra alguna, pero puso su pecho junto al mío y entrelazamos nuestras piernas, me abrazaba de una manera protectora y acariciaba mi cabello con dulzura, hasta que me dormí.
A la mañana siguiente abrí mis ojos y mi pecho estaba junto a su espalda, nuestras piernas entrelazadas al igual que nuestras manos, mis manos y las suyas encajaban a la perfección, quería congelar ese momento, quería quedarme así por siempre.
Me gustaba de tal manera que ni yo sabía cómo describir, me gustaba su voz, me gustaba su cabello, me gustaban sus ojos que parecen orientales, me gustaba su estatura, me gustaban sus labios, sus dientes y su sonrisa, me gustaba su nariz y eso que es un poco grande, me gustaba la manera en que me miraba, me gustaba cuando decía mi nombre, me gustaba cada parte de su cuerpo, de su ser, se su alma y de su espíritu, me gustaba completo así como es, con sus perfectas imperfecciones, no le hubiese cambiado nada, porque esa era su esencia, su ser, su personalidad.
Después de una noche de sexo, alcohol y cigarrillos ¿Qué queda? Un vago recuerdo y un gran vacío. Ya te cansas de follar y follar e irte a la cama con alguien que a la mañana siguiente no recordaras su nombre.
Luego sientes que te hace falta algo, cosas simples a las que no le damos tanta importancia como un abrazo, un beso, una caricia, un “buenos días”, un “buenas noches”, un “descansa”, un “te quiero”, un “te extraño” y unos cuantos “te amo”. Empiezas a sentir la leve necesidad de estar con alguien que llene tus vacíos emocionales y que este ahí para ti cuando te encuentres en desolación e inicia tu búsqueda por el amor y esperas encontrar a alguien que llene tus expectativas, alguien que te haga sentir ese fuerte cosquilleo en el estomago y te saque sonrisas con el simple hecho de verle, alguien que te tome de la mano y te lleve a dar un paseo, alguien con quien puedas tirarte a la cama y comer helado mientras ves una película, en fin alguien que te ame.
Jueves, 23 de marzo / 02:45 A.M.
Yo deseaba quererte, pero tú y tu maldito “miedo” no me dejaron, y después descubrí que tu “miedo” tenía varios nombres, cada vez que intentaba acercarme a ti, tú construías una gran muralla, yo que estaba dispuesto a todo por ti, hasta el punto en el que ya no sabía cómo acercarme y mucho menos sabía cómo quedarme, así que decidí alejarme y te dije “adiós” porque el “adiós” es para siempre, para irse lejos, para no volver, para olvidar.
Sé que algún día nos volveremos a encontrar y ahí en ese preciso ínstante espero que te des cuenta de lo mucho que me importabas, de lo mucho que quería quedarme contigo, de lo mucho que trate de mantenernos unidos, pero da la casualidad que eso que yo tanto anhelaba contigo se construye de a dos y tú cariño, tú no estabas ayudando, solo no podía, ya me estaba cansando, me sentía agota de solo dar, dar y dar y no recibir ni un poco. Ahí te darás cuenta que yo, yo soy de esas casi extintas personas que saben amar bonito.
Nos volveremos a encontrar, de eso estoy muy seguro… y tú, tú maldito hijo de puta me vas a extrañar.
Era una relación “irreal” ya que era tan perfecta, todo un cuento de hadas, pero lo lindo y lo maravilloso de la vida no dura para siempre.
La relación empezó a cambiar drásticamente, caímos en la monotonía y nos dejamos llevar por los viejos recuerdos y antiguos rencores, cada día todo empeoraba, era difícil comunicarnos, un caos total. Recuerdo que antes nos comunicábamos con gestos y miradas, no había necesidad de hablar, una caricia, un rose o un beso lo decían todo.
Poco a poco nos fuimos alejando hasta el punto en el que uno de los dos se iba más temprano o llegaba más tarde con tal de no vernos. El departamento parecía un lugar fantasma, ya no sonaba el estéreo a todo volumen, el ruido de los sartenes mientras cocinábamos desapareció, las risas mientras jugábamos a las cosquillas se esfumaron.
Yo solía sentarme sobre la barra de la cocina alegremente deslizándome, aún lograba sentarme ahí solo que ahora lo hacía con un trago de tequila mezclado con soledad y melancolía, pensaba que la rutina nos había destruido, pero bien dicen por ahí “se perdió la batalla pero no la guerra”.
Pasaron unas semanas y ninguno de los dos hacia algo para recuperar aquello que habíamos perdido, aquello que nos hacía felices, el orgullo no nos dejaba y los dos éramos obstinados y caprichosos.
Un día llegue a casa y estaba ahí, me sorprendí, ya que evitábamos vernos, camine por el pasillo, me acerque a la puerta de su habitación ya que no soñábamos bajo las mismas sabanas y sobre las mismas almohadas, vi sobre su cama dos maletas grandes, dentro de ellas todas sus pertenencias, respire profundo, me contuve tanto como pude porque en la garganta se me había hecho un gran nudo y los ojos se llenaron de lágrimas, corrí hacía mi habitación, cerré la puerta y me desplome por completo, mis lágrimas bajaron como cual río después de una fuerte tormenta. Empecé a recordar todos aquellos momentos juntos, solo me hice una pregunta “¿Le debo dejar ir o aún hay una pequeña chispa encendida entre nosotros?” me levante, abrí la puerta, salí de la habitación y ya no se encontraba en el departamento, se había llevado todo y con todo me refiero a que también se había llevado una parte de mí y yo quedaba con una parte suya.
Salí del departamento, baje los escalones, abrí la puerta del edificio, vi cómo se alejaba poco a poco, muy lentamente como si no quisiera marcharse, al verle irse me di cuenta lo mucho que le amaba, sentí que se me rompía el alma en mil pedazos, era la 01:43 A.M. me pare en medio de la calle con la mente en blanco, sin poder moverme, sin saber que hacer, totalmente abrumado, de repente estaba cantando:
“… All you need is love
all you need is love
all you need is love, love
love is all you need…”
Las notas salían de mi garganta perfectas y afinadas, dejo de alejarse, estaba ahí oyéndome cantar a unos cuantos metros, se volteó, soltó sus maletas y corrió hacía mí lo más rápido que pudo, vi como rodaban sus lágrimas por sus mejillas, se paró frente a mí y cantamos la última línea de la canción juntos, me dijo “Te ame, te amo y te amare en esta vida y la otra” le bese como si fuese el último beso, como si el mundo se nos acabara, como si se nos agotara el oxígeno, alejó sus labios de los míos y me susurro aquella frase de Beethoven que tanto adoro “Ever thine. Ever mine. Ever ours.”
Ha llovido todo el día, he sentido como se le ha roto el corazón el cielo, también he sentido como se desquebraja mi alma. Hoy sentí como el frio y la lluvia de Bogotá me afectaban de una manera inusual, hace mucho tiempo no sentía esa extraña manera en la que me pierdo y no logro reconocerme.
Hoy sentí como esta helada ciudad me tritura lentamente, con mis botas mojadas, mis ojos llenos de lágrimas, mis manos casi congeladas y mi alma destrozada, sentía que cada gota que caía era ese sentimiento de culpa, soledad, frustración, impotencia, decepción y amargura.
Sin aliento, ni ganas de seguir caminando tome un taxi. Ya dentro del auto conecte mis audífonos a mi móvil, no había mucho que escoger en la lista de reproducción, con el clima y esa laguna de sentimientos agobiantes solo quería oír todas las canciones de Carla Morrison y Leonel García.
Mientras veía las gotas resbalar por la ventaba del auto solo pensaba en todo lo que logra hacernos sentir la lluvia, bajo ella nadie nota que estas llorando, nadie logra escucharte, en que no importa a donde vayamos ella siempre estará ahí para hacernos sentir algo, que no importa donde estemos siempre la vamos a oír.
También pensaba en lo afortunadas que son esas parejas que se abrazan para mantenerse cálidos, y así evitar el frio que desquebraje sus emociones.
Cientos de pensamientos más pasaron por mi cabeza en los 40 minutos que tarde en llegar a casa, solo me baje del auto, tome una ducha de agua tibia para poner el cuerpo cálido, ojala también las duchas de agua tibia hicieran sentir el alma cálida. Después de eso, me metí a la cama sintiéndome agotado, sin ganas de nada, pero con ganas de alguien.
Ya han pasado un par de horas y aun me siento frio, no es agradable, creo que hay cierta cantidad de lágrimas por momentos así y ya me acabe las de hoy. Mientras trataba de abrigarme me sentía “sin rumbo fijo” (una frase que nunca creí usar).
Estoy por ahí caminando por algún lado de Bogotá, esperando encontrar la tranquilidad en un puente, la paz en una esquina, la fuerza en algún vagón de cualquier estación, la pasión al lado de un semáforo, y quizá solo quizá el amor en la puerta de mi casa.
En conclusión creo que esta soledad me esta carcomiendo y siento que ya no tengo la capacidad de autor-reparación que solía tener.
¡ESTOY CANSADO¡
“yo soy amor, soy placer, soy esencia, soy pendejo, soy alcohólico, soy tenaz... Yo soy, simplemente soy.”
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