46 posts
You have a weak heart or are you trying to scare me?
I gave you a scare.
Of course. You’re my ride home.
You drew all of these? They’re wicked good, mate.
like or reblog ✰
Lɪᴋᴇ ᴏʀ ʀᴇʙʟᴏɢ ɪғ ʏᴏᴜ ꜱᴀᴠᴇ. ʕ·ᴥ·ʔ
that time I got to draw fanart for my type class
bubbles
blog / insta / shop
web pup
blog / insta / shop
Mourning Bobby :’(
http://lairofhunterdw.tumblr.com/post/160693249851/all-we-need-is-faith
@anglofthelxrd
Si en algún momento el de ojos verdes tuvo alguna ligera duda en su cabeza de que estaba soñando, en ese momento la rechazó por completo.
Su mente no tenía esa imaginación.
Estaba loco. Definitivamente loco. ¿Quizá alguna broma macabra de Alastair para hacerle creer que había vuelto pero en realidad seguía encadenado a aquel dantesco infierno?
Las luces empezaron a parpadear, inquietdas. El ruido se apoderó de aquel granero. Él mismo pudo notar la presión sobre sus pulmones, la sangre helarse ante lo que vio frente a él.
Unas enormes alas mostrándose tras aquel sujeto, como el más preparado de los números de magia que podría haberse imaginado. Pero por mucho que buscase ahí no había articulo alguno, ahí no había un solo objeto que fuera capaz de controlar las luces de aquel sitio.
Dean estaba ante la presencia de un maldito ángel. Un ángel le había salvado de las garras del infierno y le había traído hasta la mismísima realidad. Los ojos azulinos parecían haberse clavado en los verdes que luchaban por entender qué demonios estaba ocurriendo.
“No crees que merezcas ser salvado...”
Aquello caló en el cazador como si hubiera sido él el que hubiera llegado a sufrir la puñalada de aquel cuchillo segundos antes. Dean no creía en su salvación. Había hecho mal, mucho mal, y tenía lo que merecía.
El infierno se había encargado de hacerle ver que era de ese modo. Que cada gota de su sangre caída era más que merecida. Y ni Dios ni el mismo diablo deberían interferir en un trato que el Winchester había hecho para salvar a su hermano pequeño. Era todo lo que tenía. Todo lo que había podido llegar a tener o querer en algún momento.
Sam y él eran el uno para el otro, entonces, ¿Por qué Dios iba a si quiera interesarse en su miserable alma y mandar a un ángel expresamente a sacarle de aquel agujero? Dean no era un buen hombre. No era el ejemplo a seguir, ni mucho menos, era creyente. Si no fuera por ante él se postraba una de las criaturas más reconocidas como celestiales clamando que él era el artífice de que pisara ahora mismo sobre tierra firme, Dean no creería una mierda.
Pero quizás ese era el momento.
El momento de creer después de todo.
Sus ojos eran huidizos, y sus movimientos aún se tornaban tensos. Aún así, el cazador recogió el cuchillo, con sumo cuidado, guardándolo en la chaqueta de cuero que portaba, sin quitarle la vista de encima a aquel ser que se postraba frente a él con calma.
Parecía de semblante divino. Ahora podía verlo. Él era aquella criatura que había destrozado sus oídos, que había roto aquella gasolinera con quejidos.
-Que sepas que tu carta de presentación no es la mejor...Pudiste haber bajado el volumen de tu voz en vez de hacerme pensar que querías destrozarme los tímpanos... - Dijo con el sarcasmo que solía caracterizar al mayor de los hijos Winchester, intentando así, liberar un poco de tensión.-
I’m tired of the waiting, For the end off all days. The prophets are preaching, That the Gods are needing praise. All we need is faith All we need is faith Faith is all we need
Dean Winchester debe ser salvado. Hacía tiempo que no recibía una orden tan importante como aquella. Se lo habían dejado claro: era el humano más importante, pues de él dependería la victoria en la guerra que se iba a llevar a cabo en la Tierra. El Apocalipsis se acercaba, y Miguel debía volver a empuñar su espada para derrotar una vez más a Lucifer, el ángel caído. Y su recipiente, no era ni más ni menos que aquel humano que se encontraba en el infierno. Debía ser rescatado, y aunque no era una misión fácil, debía realizarse con éxito. De eso dependía su futuro y el del resto de humanos. Por supuesto no iría solo en esa misión, iría acompañado de un escuadrón que le escoltaría hasta llegar a lo más profundo del infierno, donde el humano había pasado ya cuatro meses, o lo que equivalía a 40 años en ese lugar. Se imaginaba que habría sido sometido a toda clase de torturas, y que la persona a la que se encontraría sería un alma rota después de todo por lo que habría pasado.
Llegaron allí sin demasiados problemas, pues unos cuantos demonios no eran nada comparado con el poder de los ángeles. El problema estaba más adelante, el Winchester estaría bien custodiado, pues ellos mismos sabían que era importante si los ángeles bajaban a por él. Más demonios salieron a su paso, y esta vez resultaron ser más problemáticos.
- ¡Ve a por el Winchester, nosotros los detendremos! –Los gritos de sus hermanos fueron algo desesperados, sabiendo lo importante que era que saliera todo bien.
Castiel no dudó, dejando atrás a sus hermanos para ir a por él. Sabía que era un sacrificio que iban a realizar, pero era un sacrificio por un bien mayor. Dios lo había ordenado, y debían acatar esas órdenes, incluso si eso significaba su propia muerte. Cuando al fin dio con el hombre, lo que encontró hizo que sintiera cierta curiosidad y fascinación. Estaba viendo el alma rota de un hombre sometido a las peores torturas imaginables, y sin embargo… Seguía habiendo algo en él, una poderosa luz que indicaba cómo era realmente. Podría haber sufrido, pero eso no hacía que fuera menos humano. Sin duda alguna, ahora podía ver por qué había sido el elegido para ser el recipiente de Miguel. Sin embargo, no tuvo tiempo para distracciones, el tiempo corría en su contra y era vital marcharse de allí. El hombre, Dean, tenía los ojos cerrados, seguramente cansado ante constantes torturas, y se encontraba encadenado. Solo hizo falta un chasquido de sus dedos para que todas las cadenas desaparecieran, dejándolo caer de rodillas al suelo. Colocó una mano en su hombro al ver que no reaccionaba, seguramente pensando que aquella era otra de las condenas a las que era sometido.
- Dean Winchester. He venido a sacarte de aquí.
Al fin obtuvo una reacción, encontrándose con unos ojos verdes que le miraban, aunque parecían estar sin vida.
- No voy a caer en otra de vuestras trampas –las palabras del humano parecían estar llenas de dolor, pero también de cansancio.
Fue entonces cuando se dio cuenta de que tal vez esta no era la primera vez que algo así sucedía. Podrían haber hecho que creyera que era libre, solo para despertar del sueño y encontrarse de nuevo en la perdición. No tenía tiempo para dubitaciones, así que con la mano que tenía en su hombro ejerció algo de fuerza para que se pusiera en pie.
- Vamos, no tenemos tiempo –intentó apremiarle y empujó un poco para que se pusiera en marcha.
El humano intentó revelarse entonces, asegurando que no iba a volver a caer en lo mismo, no dejaba de repetir lo mismo una y otra vez. No tuvo más remedio que colocar dos dedos en su frente, haciendo que se sumiera en un profundo sueño, siendo el sonido de un aleteo lo último que escucharía. Lo había conseguido: Dean Winchester había sido salvado.
Era bien entrada la noche cuando el hechizo invocador hizo que apareciera repentinamente en la Tierra. Miró a su alrededor, el ceño levemente fruncido en una clara muestra de confusión. Jamás ningún humano había intentado invocarlo de esa manera, por lo que era bastante inusual encontrarse en esa situación. Frente a él se encontraba un viejo granero, y en cuanto se hubo recuperado de la sorpresa inicial, supo quién había sido, el mismo que se encontraba dentro de aquel lugar abandonado. Aquel humano era persistente, no se lo iba a negar. Pensaba acudir a su encuentro más tarde, y sin embargo aquí se encontraba.
Decidido, entró en el granero. Las puertas se abrieron solas debido al fuerte viento que se había levantado, sin duda alguna su poder se estaba desatando aún, acostumbrándose a su nuevo recipiente. De los focos saltaron chispas, dando fogonazos que iluminaron el lugar por un momento antes de extinguirse. Frente a él se encontraba el humano al que había sacado del infierno, aunque esta vez en carne y hueso. Tenía ganas de ver cómo sería ahora que estaba vivo, sin duda alguna sería una persona distinta a la que encontró allí abajo.
{@lairofhunterdw}
Pudo ver como su más fuerte instinto se veía fallido ante la reacción del moreno.
Dean había fallado. Aquel ser rondaba por el granero como quería, sin miedo a ninguno de los tantos símbolos que decoraban las destartaladas paredes del sitio. Además, el cuchillo que parecía que iba a ser su fiel aliado le había abandonado para tocar el suelo junto a un metálico sonido, uno seco que dejó al cazador sin palabras por unos segundos, con un halo de incredulidad ante lo que estaba contemplando.
“Castiel” ¿Castiel? Los murmullos de ese nombre resonaban en su cabeza, como si en algún momento hubiera escuchado algo así. Ese nombre...Pero no podía ser.
¿Cómo es que nada había podido con él? Siguió escuchando, y entonces casi expulsó una carcajada irónica y sarcástica.
- ¿Un ángel?¿De qué cojones hablas? Los ángeles no existen.-
Se justificó, pues su férrea actitud era en contra de que cualquier ser celestial con alas pomposas pudiera rondar realmente.
No podía creerse aquello. No sabiendo que los ángeles deberían ser aliados de los humanos, ayudarles. Y Dean había visto tanto dolor, había sentido tanto dolor...
No podía creer que aquel hombre frente a él fuera un ángel y osara presentarse así ahora, como esperando un agradecimiento que por supuesto, el Winchester no iba a dar. Menos aún cuando creía que estaba donde se merecía. Al fin y al cabo, él hizo el trato.
Su mirada verdosa paseaba por las pintas que traía el de enfrente. Un tipo curioso, cuanto menos, que llamaba su atención. Sus ropas de cobrador de hacienda, su cabello desaliñado y oscuro, y sus ojos azules, de un azul intenso que hacía estremecer al cazador. Pues sí recordaba ese azul aunque no quisiera admitirlo.
Pero si los símbolos no servían...
Si el cuchillo no era apropiado...
Si las llamas del infierno y los miles de demonios que a su alrededor custodiaban al de ojos verdes no habían sido suficiente para parar a aquella criatura...¿Podía ser verdad?
Negó, se negó así mismo a creerlo. Los ángeles no existen. Solo es caos y destrucción.
Solo queda dolor y monstruos a sus alrededores. Ningún maldito ángel existiría y dejaría que su madre hubiera muerto de ese modo. Que su padre se hubiera convertido en aquel monstruo sediento de venganza, que su maldita familia se hubiera roto. La suya, y la de tantos otros. ¿Cómo un ser superior podría quedarse de brazos cruzados ante aquello y ahora poder si quiera mirarle a la cara?
Cerró un puño con fuerza, intentando aguantar las ganas de golpearlo, hasta reventarle la mandíbula. Pero supuso, con certeza, que si un cuchillo podía atravesarle pero no dañarle, daba igual lo que hiciera con sus manos, solo se cansaría para nada.
-¿Y para qué cojones un “ángel” - agregó las comillas para enfatizar su ateísmo.- Iba a querer rescatarme del infierno?
I’m tired of the waiting, For the end off all days. The prophets are preaching, That the Gods are needing praise. All we need is faith All we need is faith Faith is all we need
Dean Winchester debe ser salvado. Hacía tiempo que no recibía una orden tan importante como aquella. Se lo habían dejado claro: era el humano más importante, pues de él dependería la victoria en la guerra que se iba a llevar a cabo en la Tierra. El Apocalipsis se acercaba, y Miguel debía volver a empuñar su espada para derrotar una vez más a Lucifer, el ángel caído. Y su recipiente, no era ni más ni menos que aquel humano que se encontraba en el infierno. Debía ser rescatado, y aunque no era una misión fácil, debía realizarse con éxito. De eso dependía su futuro y el del resto de humanos. Por supuesto no iría solo en esa misión, iría acompañado de un escuadrón que le escoltaría hasta llegar a lo más profundo del infierno, donde el humano había pasado ya cuatro meses, o lo que equivalía a 40 años en ese lugar. Se imaginaba que habría sido sometido a toda clase de torturas, y que la persona a la que se encontraría sería un alma rota después de todo por lo que habría pasado.
Llegaron allí sin demasiados problemas, pues unos cuantos demonios no eran nada comparado con el poder de los ángeles. El problema estaba más adelante, el Winchester estaría bien custodiado, pues ellos mismos sabían que era importante si los ángeles bajaban a por él. Más demonios salieron a su paso, y esta vez resultaron ser más problemáticos.
- ¡Ve a por el Winchester, nosotros los detendremos! –Los gritos de sus hermanos fueron algo desesperados, sabiendo lo importante que era que saliera todo bien.
Castiel no dudó, dejando atrás a sus hermanos para ir a por él. Sabía que era un sacrificio que iban a realizar, pero era un sacrificio por un bien mayor. Dios lo había ordenado, y debían acatar esas órdenes, incluso si eso significaba su propia muerte. Cuando al fin dio con el hombre, lo que encontró hizo que sintiera cierta curiosidad y fascinación. Estaba viendo el alma rota de un hombre sometido a las peores torturas imaginables, y sin embargo… Seguía habiendo algo en él, una poderosa luz que indicaba cómo era realmente. Podría haber sufrido, pero eso no hacía que fuera menos humano. Sin duda alguna, ahora podía ver por qué había sido el elegido para ser el recipiente de Miguel. Sin embargo, no tuvo tiempo para distracciones, el tiempo corría en su contra y era vital marcharse de allí. El hombre, Dean, tenía los ojos cerrados, seguramente cansado ante constantes torturas, y se encontraba encadenado. Solo hizo falta un chasquido de sus dedos para que todas las cadenas desaparecieran, dejándolo caer de rodillas al suelo. Colocó una mano en su hombro al ver que no reaccionaba, seguramente pensando que aquella era otra de las condenas a las que era sometido.
- Dean Winchester. He venido a sacarte de aquí.
Al fin obtuvo una reacción, encontrándose con unos ojos verdes que le miraban, aunque parecían estar sin vida.
- No voy a caer en otra de vuestras trampas –las palabras del humano parecían estar llenas de dolor, pero también de cansancio.
Fue entonces cuando se dio cuenta de que tal vez esta no era la primera vez que algo así sucedía. Podrían haber hecho que creyera que era libre, solo para despertar del sueño y encontrarse de nuevo en la perdición. No tenía tiempo para dubitaciones, así que con la mano que tenía en su hombro ejerció algo de fuerza para que se pusiera en pie.
- Vamos, no tenemos tiempo –intentó apremiarle y empujó un poco para que se pusiera en marcha.
El humano intentó revelarse entonces, asegurando que no iba a volver a caer en lo mismo, no dejaba de repetir lo mismo una y otra vez. No tuvo más remedio que colocar dos dedos en su frente, haciendo que se sumiera en un profundo sueño, siendo el sonido de un aleteo lo último que escucharía. Lo había conseguido: Dean Winchester había sido salvado.
Era bien entrada la noche cuando el hechizo invocador hizo que apareciera repentinamente en la Tierra. Miró a su alrededor, el ceño levemente fruncido en una clara muestra de confusión. Jamás ningún humano había intentado invocarlo de esa manera, por lo que era bastante inusual encontrarse en esa situación. Frente a él se encontraba un viejo granero, y en cuanto se hubo recuperado de la sorpresa inicial, supo quién había sido, el mismo que se encontraba dentro de aquel lugar abandonado. Aquel humano era persistente, no se lo iba a negar. Pensaba acudir a su encuentro más tarde, y sin embargo aquí se encontraba.
Decidido, entró en el granero. Las puertas se abrieron solas debido al fuerte viento que se había levantado, sin duda alguna su poder se estaba desatando aún, acostumbrándose a su nuevo recipiente. De los focos saltaron chispas, dando fogonazos que iluminaron el lugar por un momento antes de extinguirse. Frente a él se encontraba el humano al que había sacado del infierno, aunque esta vez en carne y hueso. Tenía ganas de ver cómo sería ahora que estaba vivo, sin duda alguna sería una persona distinta a la que encontró allí abajo.
{@lairofhunterdw}
Un cazador despojado de todo orgullo, de toda fuerza, de toda capacidad para concebir qué es blanco y qué es negro...
¿Era aquello a lo que llamaban un “alma errante”?
Dean Winchester había sobrevivido a lo inimaginable. Al mismísimo infierno que se burlaba de cada mortal bajo la tierra que pisaban.
Ni las peores pesadillas hubieran podido describir lo que aquel hombre había sufrido allí. Y aún con ello, las mismas se proponían rememorar con burlescas escenas de tortura cada uno de los sueños de Dean.
Hacía mucho que no dormía...
Sam se había negado en rotundo a buscar más explicación a la vuelta de su hermano que un maldito milagro. Sin embargo, el mayor de los Winchester no pensaba lo mismo. Si algo en su sano juicio había roto cadenas y tratos entre endiabladas criaturas solo para sacarlo y escupirlo en la putrefacta realidad entonces él quería saber de qué se trataba.
No confiaba en milagros, en casualidades, en meras coincidencias. Su padre le había instruido en aquello como un perro de caza. Por ello, y por qué no, por pura curiosidad, Dean se encontraba en ese granero.
“No hagas ninguna tontería, chico.”
Le había dicho Bobby, con cierto temblor en la voz, pues sabía que Dean no atendería a semejante estupidez. Si tenía que hacer alguna tontería, bueno, bienvenida fuera.
Había encontrado cómo cubrir todo aquel granero con toda clase de hechizos protectores para demonios, o monstruos. Había invocado a aquel ser allí mismo y la espera hacía que temblara cada centímetro de su piel.
Entonces fue cuando cerró los ojos.
La sangre caía por cada miembro del cazador. Los gritos ya eran inútiles, hacía tiempo que se había rasgado las cuerdas vocales hasta romperlas, y el único atisbo de voz que salía de él era cuando aquellos inhumanos volvían a proporcionarle la capacidad para chillar.
Disfrutaban con cada grito que salía de sus entrañas. Las mismas que colgaban con desprecio goteando más de aquel viscoso rojo carmesí. Sus labios estaban teñidos, sus ojos lloraban el mismo color. Sus pupilas apenas percibían brillo alguno, todo a su alrededor era de un color tan deprimente, tan siniestro, que nadie en su sano juicio se demoraría en describir.
¿Cuánto tiempo había pasado ya?
No era capaz de sentir su propio cuerpo, no era capaz de escuchar nada.
A los demonios les gustaba jugar con sus sentidos y la misma evasión de ellos era una maldita tortura para el humano. Para lo que quedase de él.
Aquella privación sensorial era inaguantable.
El ser humano no estaba hecho para aquello.
Y así habían empezado sus días, o sus semanas, o lo que fuera. El tiempo tampoco lo controlaba.
Sin ver nada, sin oír nada, sin sentir nada, sin oler nada, sin poder hablar.
Eso le estaba llevando a la misma locura que parecía haberse instalado en su pecho y así podría asegurar que todo lo que estaba pasando en aquel lugar era fruto de la más tétrica esquizofrenia que un ser humano pudiera imaginar.
Su torturada alma, su torturado cuerpo no llegarían a mucho más.
No iba a sobrevivir a aquello, pero la muerte no era ya opción alguna, solo dolor; más dolor.
Sentir el filo afilado más hondo, sentir la incandescente temperatura penetrar su piel hasta traspasar su cuerpo. Marcado como un animal.
Su cabeza no descansaba, podía ver a su hermano, a su madre y a su padre ser los partícipes de aquellas torturas, profesándole humillaciones y carcajadas de desprecio.
Aquellos demonios vestían las máscaras que más dolían al cazador...
Sintió el estruendo, y con ello, sus pensamientos sobre aquel dantesco lugar se disiparon para dar paso a la realidad que se cernía ahora frente a él.
Las puertas se abrieron de golpe, la fuerza de aquella criatura rompió cada maldita luz en el granero. Dean disparó, una y mil veces, pero de nada sirvió.
Aquel ser se burlaba de él portando un rostro, un cuerpo, humano.
Su piel volvía a estremecerse, los escalofríos se acumulaban y Dean podría jurar haber sentido algún tipo de sensación parecida antes de salir de la tierra.
Y ahí estaba, justo frente a él.
Los ojos asustadizos de un tono verde intenso lo pensaron dos veces. Sacó de su bolsillo trasero del pantalón un cuchillo y clavó con rabia contra el pecho de aquel ser. Ahí fue cuando se permitió hacer contacto visual; ahí fue cuando vio el azul intenso que de nuevo le era familiar al cazador.
Pero nada. Ni un grito, ni un movimiento en falso de parte suya.
- ¿Quién demonios eres tú?...
I’m tired of the waiting, For the end off all days. The prophets are preaching, That the Gods are needing praise. All we need is faith All we need is faith Faith is all we need
Dean Winchester debe ser salvado. Hacía tiempo que no recibía una orden tan importante como aquella. Se lo habían dejado claro: era el humano más importante, pues de él dependería la victoria en la guerra que se iba a llevar a cabo en la Tierra. El Apocalipsis se acercaba, y Miguel debía volver a empuñar su espada para derrotar una vez más a Lucifer, el ángel caído. Y su recipiente, no era ni más ni menos que aquel humano que se encontraba en el infierno. Debía ser rescatado, y aunque no era una misión fácil, debía realizarse con éxito. De eso dependía su futuro y el del resto de humanos. Por supuesto no iría solo en esa misión, iría acompañado de un escuadrón que le escoltaría hasta llegar a lo más profundo del infierno, donde el humano había pasado ya cuatro meses, o lo que equivalía a 40 años en ese lugar. Se imaginaba que habría sido sometido a toda clase de torturas, y que la persona a la que se encontraría sería un alma rota después de todo por lo que habría pasado.
Llegaron allí sin demasiados problemas, pues unos cuantos demonios no eran nada comparado con el poder de los ángeles. El problema estaba más adelante, el Winchester estaría bien custodiado, pues ellos mismos sabían que era importante si los ángeles bajaban a por él. Más demonios salieron a su paso, y esta vez resultaron ser más problemáticos.
- ¡Ve a por el Winchester, nosotros los detendremos! –Los gritos de sus hermanos fueron algo desesperados, sabiendo lo importante que era que saliera todo bien.
Castiel no dudó, dejando atrás a sus hermanos para ir a por él. Sabía que era un sacrificio que iban a realizar, pero era un sacrificio por un bien mayor. Dios lo había ordenado, y debían acatar esas órdenes, incluso si eso significaba su propia muerte. Cuando al fin dio con el hombre, lo que encontró hizo que sintiera cierta curiosidad y fascinación. Estaba viendo el alma rota de un hombre sometido a las peores torturas imaginables, y sin embargo… Seguía habiendo algo en él, una poderosa luz que indicaba cómo era realmente. Podría haber sufrido, pero eso no hacía que fuera menos humano. Sin duda alguna, ahora podía ver por qué había sido el elegido para ser el recipiente de Miguel. Sin embargo, no tuvo tiempo para distracciones, el tiempo corría en su contra y era vital marcharse de allí. El hombre, Dean, tenía los ojos cerrados, seguramente cansado ante constantes torturas, y se encontraba encadenado. Solo hizo falta un chasquido de sus dedos para que todas las cadenas desaparecieran, dejándolo caer de rodillas al suelo. Colocó una mano en su hombro al ver que no reaccionaba, seguramente pensando que aquella era otra de las condenas a las que era sometido.
- Dean Winchester. He venido a sacarte de aquí.
Al fin obtuvo una reacción, encontrándose con unos ojos verdes que le miraban, aunque parecían estar sin vida.
- No voy a caer en otra de vuestras trampas –las palabras del humano parecían estar llenas de dolor, pero también de cansancio.
Fue entonces cuando se dio cuenta de que tal vez esta no era la primera vez que algo así sucedía. Podrían haber hecho que creyera que era libre, solo para despertar del sueño y encontrarse de nuevo en la perdición. No tenía tiempo para dubitaciones, así que con la mano que tenía en su hombro ejerció algo de fuerza para que se pusiera en pie.
- Vamos, no tenemos tiempo –intentó apremiarle y empujó un poco para que se pusiera en marcha.
El humano intentó revelarse entonces, asegurando que no iba a volver a caer en lo mismo, no dejaba de repetir lo mismo una y otra vez. No tuvo más remedio que colocar dos dedos en su frente, haciendo que se sumiera en un profundo sueño, siendo el sonido de un aleteo lo último que escucharía. Lo había conseguido: Dean Winchester había sido salvado.
Era bien entrada la noche cuando el hechizo invocador hizo que apareciera repentinamente en la Tierra. Miró a su alrededor, el ceño levemente fruncido en una clara muestra de confusión. Jamás ningún humano había intentado invocarlo de esa manera, por lo que era bastante inusual encontrarse en esa situación. Frente a él se encontraba un viejo granero, y en cuanto se hubo recuperado de la sorpresa inicial, supo quién había sido, el mismo que se encontraba dentro de aquel lugar abandonado. Aquel humano era persistente, no se lo iba a negar. Pensaba acudir a su encuentro más tarde, y sin embargo aquí se encontraba.
Decidido, entró en el granero. Las puertas se abrieron solas debido al fuerte viento que se había levantado, sin duda alguna su poder se estaba desatando aún, acostumbrándose a su nuevo recipiente. De los focos saltaron chispas, dando fogonazos que iluminaron el lugar por un momento antes de extinguirse. Frente a él se encontraba el humano al que había sacado del infierno, aunque esta vez en carne y hueso. Tenía ganas de ver cómo sería ahora que estaba vivo, sin duda alguna sería una persona distinta a la que encontró allí abajo.
{@lairofhunterdw}
➤1979.
➤Cazador de criaturas.
Siempre corriendo, siempre detrás del peligro, siempre sintiendo el olor a sangre en la ropa que usaba.
Solía creer que eramos alguna especie de héroes, luego me di cuenta que somos aquello con lo que los monstruos tienen pesadillas. Y estoy aquí para demostrarlo.
No soy el protagonista, no soy el héroe, no soy el que salva a la princesa al final del cuento. Siempre fui el que hacía el trabajo sucio, al que no le importaba mancharse las manos.
Como un perro de caza. Siempre alerta. Siempre bajo las órdenes...
Entre alcohol, y alcohol, entre bar y bar, entre canción de los 80 y canción de los 80 mi bebé y yo recorremos el mundo al acecho de cualquier cosa que se salga de lo normal. Sam, mi hermano pequeño, desde hace un tiempo viene conmigo a cada lugar; nos une una causa en común, cargarnos a todos los hijos de puta que se nos pongan de por medio. Ese es nuestro cometido. Estamos malditos desde que todo empezó, desde aquellas llamas…
PD: Please give credits if you use the aesthetic.
Y sí, Dean era el que optaba por estar siempre junto a su familia, y sí, era el que más miedo tenía de perder a alguno de ellos. Pero a veces podía con él toda aquella presión; alguna que él mismo se echaba sobre los hombros.
Los pasos del ojiverde eran lentos, el paseo parecía tenerle distraído, pero en realidad, caminaba casi sin darse cuenta, mientras en su cabeza paseaban mil pensamientos a los que trataba de no darles mucha atención; o volvería a sentirse mal.
Vio a lo lejos un bosque de frondosos árboles. Sonrió, le recordó al que había visto en el motel. Pero esta vez quería entrar.
Quería perderse.
Empezó a adentrarse entre el verde intenso de las hojas, que amenazaban con arropar al cazador como si fuera una criatura más de aquel paisaje tan asombroso.
En un momento el Winchester parecía estar en cualquier otra parte.
El verde inundaba aquel lugar, los troncos de los árboles anunciaban que no hacía demasiado había llovido sobre ellos, y que quizás, si alzaba la vista y veía el cielo gris; como estaba, podía llevarse un pequeño baño del cielo.
El cazador no se asustó por aquello. De hecho, si consiguiera la lluvia purificar su mente en esos momentos, lo agradecería más que aquellos árboles.
Caminó; no supo cuánto. Se perdió, como tanto quería. Cuando quiso darse cuenta, alzó la vista a su alrededor y el silencio inundó sus sentidos.
El silencio, la paz, la naturaleza…
Cerró los ojos solo por unos segundos, dejando escapar en aquel suspiro los pequeños pensamientos que pudieran quedar aún en él. No quería seguir con aquello. Quería huir, por una vez…Quería desentenderse por unos minutos…
Avanzó un poco más, apartando las ramas que impedían el camino que estaba creando a su paso.
Encontró un pequeño lago y el Winchester se acercó a este, agachándose en la orilla al sentir un pequeño movimiento en este.
Efectivamente, ahí había unos pequeños pececillos nadando libres por aquel lago, que para Dean, no era para nada suficiente para ellos.
Y sin embargo parecían felices…
La mirada verdosa del cazador se había camuflado entre aquel paisaje; había adoptado aquel ambiente y se había perdido en la fantasía que podía encontrar en los pequeños detalles de aquel pequeño bosque.
Todo aquello le tenía distraído hasta que sintió una pequeña gota sobre su nariz.
Alzó la vista. Contrastó el verde con el cielo gris, y notó más gotas, cayendo a su rostro, al lago, a las hojas de los árboles.
Se estremeció un poco, miró alrededor; estaba completamente solo, y aún así, la lluvia había conseguido traer un sonido placentero allí.
Sacó del bolsillo de aquella desgastada chaqueta de cuero una pequeña foto de una cámara vieja. Una que ya no conservaba.
Vio la foto y se sentó en el suelo que empezaba a tener una capa húmeda por las gotas que seguían cayendo pero Dean ignoraba.
Acarició sobre el suave tacto de aquella fotografía. Una que ya mostraba claros síntomas de desgasto.
Eran Sam, John y él, apoyados en el Impala.
Se acordaba de ese día.
Bobby había tomado la foto, habían quedado en irse los cuatro de acampada. Iba a ser una aventura para los pequeños cazadores, que empezaban a leer el diario de John a escondidas. Sobretodo Dean, Sam se escondía detrás suya; no quería separarse de su hermano, pero temía que John se enfadase.
Recordó aquel par de días en el bosque; uno tan parecido al que estaba ahora mismo, pero mucho más grande.
Como Sam y Dean se escaparon de las tiendas de campaña la primera noche para explorar entre los árboles, jugando al escondite.
Recordó cuando cayó sobre el suelo húmedo y la sangre salir de su rodilla derecha.
Recordó a Sam yendo a por él y abrazándole fuerte, como si le fuera la vida en ello. Recordó los gritos de John y Bobby buscándolos al darse cuenta que se habían escapado. Recordó cada minuto que duró la charla de su padre, las palabras duras que les dijo a ambos. Sobretodo a Dean; después de todo era el que tenía que cuidar de Sam.
Bobby se llevó a Sam consigo, y el de ojos verdes se fue a dar un paseo cuando John se marchó por su cuenta. Recordó entonces aquella sensación; una parecida a la que había experimentado hacía unos minutos. Perderse entre los árboles, el verde que fundía al Winchester entre los árboles.
Cerró los ojos, dejando escapar el aire, esta vez más tembloroso cuando recordó que en un momento de
la caminata del pequeño y pasado Dean escuchó unas ramas romperse. El pequeño se tensó, asustado, y no quiso girarse hasta que sintió la máxima oscuridad apoderarse de él. Tembló, tembló hasta que escuchó la voz de John.
“No tengas miedo, yo estoy aquí…”
Eran las manos de su padre tapando sus ojos. Dean entonces volvió a sentir el aire en sus pulmones. Pudo sentir que su padre le cogía en brazos, le dedicaba una sonrisa y le decía que no iba a dejarlo caminar solo. “Nunca, Dean…”
El cazador abrió los ojos, mirando a ambos lados.
Hizo una pequeña mueca, sintiendo el nudo en su pecho y su garganta.
Bajó la vista, en silencio, guardando la foto.-
‣ 1979
- green-eyed hunter -