Podría describirse como un pozo sin fondo o como un gran vacío que te absorbe por completo, donde sobra la soledad y falta el oxígeno. O podría describirse como un veneno que te va corrompiendo desde el interior, completamente en silencio y en toda su magnitud, para clavar un puñal en tu pecho y no por la espalda, es todo menos cobarde. Además llega de forma inesperada, en cualquier momento y lugar, mientras que uno se deja llevar por la marea que pasó de ser tranquila a ser un tsunami arrasador.
Puede transcurrir mucho tiempo hasta que nos demos cuenta que el vacío nos consumió de tal manera que ya somos parte de el. Es imposible darse cuenta donde empieza y donde termina. Pasar tanto tiempo sintiéndose como nada, eventualmente te transforma en solo eso, alguien más que quedó atascado en aquella nebulosa donde la esperanza y la felicidad no son bienvenidas.
Ahora solo hay recuerdos de quienes eramos antes, abran paso y den la bienvenida a su nuevo yo. Aquel que atravesó la nebulosa, que logró sobrevivir al tsunami o aquel que sigue siendo parte de el pero nadie lo nota, al fin y al cabo todo puede ser causado por una mala noche.
¿Hay algo que una pastilla, una botella o una buena distracción no puedan curar?
Bueno, creo yo que si, absolutamente todo y nada.
Y al fin nos convertimos en lo que más temíamos pero nunca dijimos.
Ahora somos todo y nada, absolutamente nada. ¿Una totalidad de nada o nada de totalidad? En ambos casos, estamos perdidos.
28012018