Smiley (2022)

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4 years ago

Juev., 17 de dic. de 2020

Cuando me pregunto cuántos años lleva el árbol fuera de casa, casi con presteza logro intuir lo de siempre: un año, contando este. El árbol hoy se ve infinitamente vivo; las estaciones guardan en su ADN el decurso natural del planeta, pero eso no significa muerte en vida del árbol en primavera. Al menos no por ahora. Desvanecidas las hojas y las flores, lentamente corteza y solo ramas destempladas en el viento, y dentro, la verdadera vida; hoy, hermoso dosel que protege las mañanas de los pájaros acurrucados en su nidal de ave (…)

6 years ago

Nudos

Si pudiera desataría el nudo que nos unió,

escarbaría a través de todas las capas de carne

y detendría este urgente deseo de volver.

Si pudiera volvería a mirar a través del velo,

elegiría mirar en otra triste dirección,

me gustaría ser de nuevo una sombra vacía,

es decir volver a ese punto en donde yo no sabía de ti

y tú querías encontrarme pero yo iba en dirección al mar.

¿No preferirías seguir en esta huída o que otra catástrofe

hubiera salvado esto que ingenuamente llamamos amor?

Quisiera desanudar, olvidar, desprenderme,

arrancarme la piel para que veas quién soy.

4 years ago

Miérc., 11 de nov. de 2020

Que la lluvia empape los campos a tu llegar. Que recubra, con la brisa, el mensaje de las hojas que se esparcen en libertad al amanecer. El día ha ido apagándose, suavemente, sin llegar a apagarse realmente, hasta devolverme  el reflejo en la ventana. El gato desaparece y las flores  enaltecen la llegada de la luna con sus secretos bailes a la noche. Mientras todo esto va sucediendo, tú y yo también sucedemos. Llegamos a ser testigos de ese continuo renacer del cielo que son las nubes...

4 years ago

Mar., 08 de dic. de 2020

El olor a mar inundó mi corazón. Sentimiento universalizado si te cruzas. Ir al mar va más allá de un encuentro con las olas. Ora un encuentro inminente con uno mismo, ora un encuentro memorable entre dos, de cuyas almas solamente se sabrá que fueron unidas, como se saben unidos los olores y los recuerdos inconfundibles y más intensos de la vida. Dos días de lluvia en esta Lima donde casi nunca llueve. No resulta difícil pensar que los vientos del norte, siguiendo la dinámica propia del planeta, han venido a hablar especialmente de ti. Me invento cualquier excusa para retirarme de las ocupaciones mundanas; ya empapándome el alma con su tamborileo, ya entregándome a sentir sin temor, pues, no es posible,  después de todo, un encharcamiento cuando no existe medida en el sentimiento.

2 years ago
hoja29 - ®| Hoja29
3 years ago

26 de may. de 2022

11:36 p. m.

Lo estoy haciendo de nuev0

A veces, te leo entre líneas para no volver a buscarte. Es la hora, es el día, es la semana o el mes, es cualquier otra cosa menos mi corazón. Porque verlo llorar estremece mi sangre; se hiela hasta el alma y siento cómo el frío alcanza mi corazón. Por favor, no lo dañes: que de junio a septiembre aún nos queda por pasar este invierno y veinte mil primavera más.

4 years ago

Sáb., 12 de dic. de 2020

Siete veces por cada segundo, si yo fuera nada más que luz, y tú fueras la tierra en movimiento, siempre en movimiento. No tengo dudas de que habremos también de encontrarnos ahí. Ahora no es que sea difícil, pero sentí que tenía que venir a contártelo. Te mando muchos besos. 

5 years ago

Ya no me busques para jugar en el recreo

Hay una persona que piensa que todavía poseo los años de la infancia, como si nunca hubiera crecido.

Está bien, puede ser, porque a veces también crezco para dentro y vuelvo a tener 3 y ella 7.

6 years ago

Añoro un lugar que aún no presencio y que intento alcanzar con todas mis ansias. Pareciera como si no hubiera nada más simple ni más complicado que eso cuando me acerco a la existencia de lo que me hace sentir su voz. Es la añoranza de aquel lugar, que está lleno de paisajes que se pintan con tal sentido, el cual revive el olor de cada mañana; inventa un camino para que al fin logre alcanzarla; percibe el latir de los corazones; acerca de a poco respiraciones que nos pertenecen; y llegado un momento donde no puedo concebir el sueño, desde aquel lugar, es su voz quien me aguarda para no terminar descalza delante de ella, pues correría millas si fuera necesario, porque el sueño no me basta ni me espera.

Por eso la busco, busco su voz, quizá cuando resuelvo mirar a través de la ventana y veo cómo la inmensidad se apodera de todo rastro de luz furtiva, para que de aquella emane toda claridad que espero y ya no trato de imaginar pensando que tal vez podría llegar al lugar donde convergen sus sentimientos, donde todo me gobierna y donde nada me ata, ese lugar que aún no presencio pero que imagino cuando sus labios enfrentan la confusión de su memoria y solamente atino a decir “no es necesario que digas nada, que hasta donde alcances a ver seguirás bien, que esos recuerdos son deshechos, impertinentes que están celosos de la persona que eres ahora.”

Queda una luz que aguarda mis sentimientos, una luz que me impulsa, me aguarda y me olvida. Otra vez me lleno de lágrimas. No dejo de pensar que las manchas de la pared son simples huellas dejadas por la llovizna de la noche. Y, por el contrario, el sonido que resulta entre la confusión de saberla dormida o despierta es un claro presagio de que la volveré a ver y al fin podré reconocerla en los más tangibles sueños que alguna vez mi memoria habrá de recordar.

Ella es hermosa, en el sentido amplio de la palabra, por eso su voz me parece hermosa, por eso su relicario de pensamientos están diseñados para emocionar y apaciguar cualquier alma como la mía; pero de aquellas otras, yo no sabría más qué decir.

Qué ideal es aquel pensamiento que ha surgido desde la más profunda emoción de mis sentidos, qué hermoso saber que estos pensamientos me pertenecen sin darle mayor importancia a lo que dijeron otros, lo que pensaron otros y lo que sintieron otros. Porque lo que yo siento es el inicio de algo que respira, que camina, que piensa, que yerra, que no miente y no se involucra más en el olvido ya que sensaciones como estas jamás llegan a olvidarse y ahora lo entiendo. Quizá el vuelo repentino de un ave dentro de un sueño me convenció de no olvidar, por su vuelo detenido y suspendido, por su impaciencia y sus ganas de aprender algo nuevo cada vez que observa un nuevo horizonte, alguna forma de naturaleza, alguna forma de granizo o lluvia.

Ojalá mis palabras pudieran causar mayor emoción, pudieran traspasar la efímera distancia hasta encontrar sus latidos, y acercarme infinitas veces a sus emociones y sentimientos. Decirle que ya nada me aturde y todo en cuanto a ella se refiere hace emerger de mi pecho involuntarias pero intensas contracciones del corazón; que mis pensamientos desprenden y rozan sentimientos que resultan en desapercibidas lágrimas sobre mis mejillas.

Y mientras cada una sigue su irremediable curso, pienso en ellas, en la composición de todo lo que precedió al llanto, en todo lo que dejó de ser por el llanto. Y me pierdo...en el momento donde mis labios persiguen cuidadosamente los suyos intentando, entre cada palabra dicha, que su respiración me conceda por fin el inmenso deseo de rozar sus labios.

6 years ago

«I’m so mad I’m getting old it make me reckless». Cuando éramos jóvenes.

«Estaba escuchando una canción de Adele cuando pensé en esto. En las “últimas veces”. Uno a veces no sabe cuándo será la última vez de algo. ¿Se debería tener cuidado? A estas alturas pienso que sí. Recuerdo, por ejemplo, una cafetería, cerca a Independencia. Había jarrones con pequeños claveles al centro de la mesa. Teníamos ensalada de fruta entre la lengua. El sol caía oblicuo sobre las flores y sobre tus ojos. Recuerdo tus ojos como un abismo. El vértigo, el deseo de lanzarse. La cima de una montaña, los árboles del Amazonas, las plumas de algunas águilas y búhos, el café humeante entre la lluvia. Pensé en todo lo que me gustaba y que tenía el mismo color que tus ojos. Los caballos. Yo no sabía, por ejemplo, que ese día iba a ser el último día que los vería con ese brillo. Con esa señal de amor. Así perdí muchas cosas. La última vez que te vi sonreír, sonreír con ganas. La última vez que te escuché contar un chiste. La última vez que vimos una paloma y gritaste porque las detestas. La última vez que comimos helado. La última vez que cocinamos juntos o salimos a bailar. La última vez que dijiste que hacía frío en la calle y nos metíamos en un café o corríamos a casa para meternos en la cama. La última vez que te vi desnuda. Yo no entiendo muy bien el acto de cerrar un ciclo pero me temo que tiene que ver con ser conscientes de que será “la última vez”. Si hubiese sabido que aquella tarde sería la última vez que tocaría tus labios, por ejemplo, me hubiese esmerado en guardar un buen recuerdo de ese beso. De hacerlo durar todo lo posible. De no mancharlo con la melancolía anticipada del nunca más. De besarte como si te dejará mi vida en tus labios. Ahora pienso en un cuento de Borges, sobre un prisionero que le pide a Dios detener su ejecución para terminar una novela. Y Dios, en su misericordia ante el escritor, detiene la bala mortal unos centímetros antes de impactar. El tiempo se detiene menos para el prisionero, que escribe mentalmente su novela, segundo a segundo, hora tras hora, día tras día en un tiempo que no es, inmóvil, frente a la bala. Luego de terminar la novela la bala continúa su camino hacia la muerte. Hubiera pedido a Dios el tiempo suficiente para despedirme bien de tus labios. Que se detenga el tiempo para poder imaginar que maduramos juntos. Que visitamos más cafeterías. Tiempo para imaginar que vemos todas las películas que se grabarán en el futuro. Tiempo para imaginar que regresamos a casa y conversamos de ellas bajo las sábanas. Tiempo para imaginar que nos cubrimos con una manta cuando llueve y pensamos en nombres y tiempos. Tiempo para imaginarnos en una discoteca, en una exposición de arte, en un concierto. Y así, solo después, decir adiós. No lo sé, no sé si así el ciclo estaría cerrado. ¿Tu qué piensas? Claro, de cuando éramos jóvenes. Creo que estaríamos tranquilos, sabiendo que se hizo todo hasta el final. Que nos quisimos como nunca hasta el segundo antes que dejamos de hacerlo. Es confuso. El ser o no ser. Desde entonces me digo siempre, ten cuidado, está puede ser la última vez. Mañana puedo morir, nunca se sabe. Voy al cine. A veces me ilusiono o creo que me enamoro. En una reunión me embriago y me hago amigo de alguien. Corro por la madrugada hasta que me duelan los muslos. Le pongo mantequilla a las cosas, igual podría morir mañana, nunca se sabe. Si me atrae alguien me aseguro de que sea una buena ilusión. Uno se puede morir mañana y no hay tiempo para mancharse los labios con besos sin sentido. No tengo perros pero alimento a los de los vecinos, aunque por las noches me desconozcan. Viajo, monto la bicicleta y voy hasta donde terminan los caminos. Duermo hasta que me duele el cuerpo. Entristezco hasta el borde del suicidio. Porque podría ser la última vez. Quería comenzar esto citando mi habilidad para recordar los hechos, mi buena memoria. Y comenzar también con el génesis de ello, mi habilidad mayor para meterme en problemas. Que aprendí a salir de problemas demostrando mi inocencia con lo narrado al detalle. Pero pasa algo. Hace unas horas vi una fotografía. Era una reunión de cuando tenía 17 años. Cosas que he olvidado. Y como si fuese una pequeña ficha de dominó he comenzado a recordar muchas cosas en las que también estabas presente. Las he olvidado y son cosas alegres. Ahora pienso que los ciclos se cierran solos. Basta ser feliz y la historia se olvida, mejor dicho, se archiva hasta que sea recordada. Las cosas tristes, nuestras culpas, son las que no se archivan. Son las que necesitan trabajarse. De esas hay que tener cuidado. En mi afán por cerrar ese ciclo pienso siempre en la forma que debí haber disfrutado de esas “últimas veces”. Ahora ambos hemos cambiado y quizá no nos importe realmente. Pero usualmente me sorprendo pensando en nuestro último beso, en la última vez que te tome de la mano y sentí que estaba sujetando lo más importante en mi vida. Y corrijo, no fueron las últimas veces, sino solo las veces que se desperdiciaron por alguna pelea, por algún sin sentido por algún rencor pasajero. Solo porque éramos jóvenes. Solo porque estábamos aprendiendo a amar.»

Félix Arapa

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Sueños absurdos en borrador

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