Fueron enviados, conscientes, siendo seres inolvidables. Seres detestables e impropios de la tierra en la que habitaban, hasta que los eliminaron.
Los asesinaron uno por uno, de las peores formas, uno frente al otro. Se reían mientras clavaban sus cuchillas en los pechos de aquellos seres y de frente.
Siempre era de frente.
Ellos tenían que ver cómo eran atacados, asesinados y por quiénes.
Cada sombra que ingresaba en su alma, cada lágrima derramada, cada latido, cada respiración, cada suspiro, cada último aliento, cada parpadeo, cada sueño eterno sin retorno.
Todos y cada uno de ellos siendo asesinados por demonios, demonios que llevaban sus caras. Demonios que eran ellos mismos, se asesinaban y sufrían...solo sufrían. Y morían sin más, libres.
Libres al saber que había acabado.
...que había acabado su estancia en el infierno y comenzaba al fin la supuesta paz del reino prometido, de sus esperanzas y sueños perdidos, rotos por el tiempo y el espacio.
Un universo maldito por crueldades que no conoce el amor ni el bien, reinado por las peores criaturas, las más malvadas, por esos seres...